Corrido de la muerte de Emiliano Zapata de Samuel M. Lozano

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Autor: Samuel M. Lozano.

Vengan a oír estos versos
todos con mucha atención,
de un gran suceso ocurrido
que comenta la Nación.

El jefe Pablo González
ideó sus planes certeros,
para poder dominar
al Estado de Morelos.

Primero vengo a contarles
la historia de un guerrillero,
desde que se pronunció
hasta su fin tan postrero.

En mil novecientos diez
en armas se levantó,
y al grito “¡Viva Madero!”
al gobierno combatió.

Luego Zapata y sus fuerzas
cuando Madero triunfó,
por causas no conocidas
de nuevo se sublevó.

Todos bien recordamos
cuando la traición de Huerta,
Zapata aún siendo rebelde
no se mezcló en la reyerta.

Cuando el cuartelazo infame
del día nueve de febrero
al Estado de Morelos
fué en automóvil Madero.

No se sabe a qué negocio
Madero fue a Cuernavaca,
el caso es sin contratiempo
conferenció con Zapata.

Por fin Huerta por los suyos
fué elegido Presidente,
pero Zapata en Morelos
juró a Huerta darle muerte.

Villa y Carranza en el norte
juraron con buen esmero,
vengar la sangre regada
del Presidente Madero.

Luego entre Villa y Carranza
un disgusto aconteció,
pero Emiliano Zapata
con Villa sí confrontó.

Se unieron Villa y Zapata
como buenos compañeros,
uno peleaba en el Norte
otro en el plan de Morelos.

Con Orozco y De la Barra
con Carranza y otros más,
Zapata jamás no quiso
hacer convenios de paz.

El famoso Plan de Ayala
era esa la única bandera,
que Zapata reclamaba
para terminar la guerra.

Las causas que reclamara
ese plan en realidad
es el reparto de tierras
Democracia y Libertad.

Pero Zapata renuente
nunca quiso someterse
para que buenas doctrinas
un gobierno las cumpliese.

Por fin Carranza, señores,
mandó fuerzas federales
a combatir a Zapata,
por montes, pueblos y valles.

Pues el General González
al frente de mil guerreros,
fué mandado por Carranza
al Estado de Morelos.

En un mes de operaciones
los soldados carrancistas
quitaron Cuautla Morelos
a las fuerzas zapatistas.

González dio garantías
a muchos jefes surianos
para rendirse al gobierno
en conformidad de hermanos.

Muchos jefes zapatistas
mirando las garantías,
a Zapata abandonaron
en todas sus correrías.

Zapata viéndose solo
con muy poco contingente,
acudió a su gran astucia
para reclutar más gente.

A fines del mes de marzo
del año que está presente,
Zapata mandó una carta
a Guajardo urgentemente.

Guajardo era Coronel
de las tropas de Carranza
pero logró de Zapata
hacerse de gran confianza.

Zapata mandó otra carta
hasta Cuautla astutamente,
a donde le aconsejaba
se volteara con su gente.

Guajardo le contestó
“no más espero el dinero,
para pagarle a las tropas
y pertrecharlas si puedo.

“Veinte cargas de maíz
tengo yo que recibir,
si es que usted las necesita
se las puedo conducir”.

Pues el Coronel Guajardo
fingiendo estar rebelado,
salió de Cuautla Morelos,
con sus tropas bien armado.

Guajardo salió de Cuautla
con mucho gusto y contento
al Rancho de Chinameca
para estar de destacamento.

Al licenciado Palacios
mandó Zapata al instante,
al Rancho de Chinameca
como su representante.

Cuatro cartas se mandaron
uno y otro en la ocasión,
a donde se profesaban
una gran estimación.

La última carta mandó
Guajardo en contestación,
donde le dijo a Zapata
“quedo a su disposición”.

La primera orden que dió
Zapata sin dilación,
que a Bárcenas lo matase
por jugar alta traición.

Guajardo dijo a Zapata:
“es difícil comisión,
porque Bárcenas se encuentra
en Cuautla en esta ocasión.

“Mi general, le obedezco
todo lo que mande usted,
pero mejor fuera bueno
tomar Jonacatepec”.

Por órdenes de Zapata
Guajardo salió de allí,
y la plaza fué tomada
el 8 del mes de abril.

Aunque el combate fué corto
con los falsos “zapatistas”
hubo siempre algunos muertos
de las fuerzas carrancistas.

En Tepaltzingo esperaba
Zapata de gusto henchido,
al valiente de Guajardo
por el triunfo ya obtenido.

Ya todo el plan de González
estaba casi concluído,
para poder agarrar
a Zapata muerto o vivo.

Una mujer se acercó
a Zapata desmayada,
diciéndole que Guajardo
quería hacerle una celada.

Zapata oyó los consejos
de su amiga sin igual
y también formó sus planes
para evitar cualquier mal.

“Muchachos, dijo Zapata,
tengan mucha precaución,
vigilen bien a Guajardo
que quiere hacernos traición”.

Como a las tres de la tarde
Guajardo se dirigía
a darle parte a Zapata
del gran triunfo de ese día.

Zapata dijo a Guajardo
que en prueba de estimación
celebraran ese triunfo
con un gran comelitón.

Pero el Coronel Guajardo
fingiendo estar fatigado,
dijo que no podía ir
por estar un poco malo.

Que mejor ese festín
se efectuara al otro día,
en Chinameca a su jefe
un banquete le ofrecía.

Zapata al fin accedió
a la oferta de Guajardo,
para ver si de ese modo
allí podía capturarlo.

Guajardo dijo a sus tropas
que al llegar su contrario
a Zapata se le hicieran
honras de divisionario.

Que para el segundo toque
contraseña anticipada,
los soldados sin demora
harían descarga cerrada.

Al llegar a Chinameca
Zapata, algo malició,
y cogiendo luego su arma
el combate se trabó.

Se posesionó muy bien
para poder resistir,
pero a los pocos momentos
ya no pudo combatir.

Muerto cayó en aquel sitio
por una bala certera,
terminando allí su vida
en su trágica carrera.

Varios Jefes Zapatistas
fueron hechos prisioneros,
y otros abandonaron
el Estado de Morelos.

Palafox allí murió,
Jáuregui fué capturado,
y en Cuautla de Morelos
fué también ejecutado.

El cadáver de Zapata
a Cuautla fué conducido,
para que por todo el pueblo
fuera bien reconocido.

Cuando en Morelos se supo
la nueva que aconteció,
toda la tropa con dianas
toda Cuautla recorrió.

De Ozumba y de Yautepec
de México y Cuernavaca,
iban a ver el cadáver
del que en vida fué Zapata.

Tres días estuvo su cuerpo
a la vista de la gente
hasta que fué sepultado
el día doce del presente.

Así terminó su vida
un jefe de guerrilleros,
criollito de Nenecuilco
del Estado de Morelos.

Ya este corrido he cantado
me despido con afán,
si en algo estuviere errado
las faltas perdonarán.

La traición de Guajardo

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Como Judas tembló ante su crimen,
aquel crimen que al mundo asombró,
de un cobarde lo mismo repite,
otra historia que a otro hombre perdió.

Fue Guajardo el vil de los viles,
que no pudo en las luchas de honor
conquistar con aquellos fusiles
la existencia de un libertador.

Esto fue allá en San Juan Chinameca
diez de abril cuando un héroe murió,
cuando el grande don Pablo la Hiena
operaba por esta región;
no pudiendo vencer por la fuerza
y las armas de aquel gran campeón,
combinaron una estratagema
que horroriza a toda la nación.

Mexicano que tiene en sus venas
de Cuauhtémoc la sangre a la vez,
no asesina con esas vilezas.
A Zapata, una santa leyenda
le tendrá que juzgar cual un juez,
y veremos que no fue la Hiena
como el Judas muerto en Monterrey.

El caudillo suriano fue el genio
fuerte y firme en su santo ideal,
su memoria merece respeto
si es que se halla en la eternidad;
fue vendida en cincuenta mil pesos
por Guajardo el infame chacal
que asoló a nuestro bello Morelos,
aquel réprobo que hizo Satán.

Ni la sangre de toda la raza
maldecida por el buen pensar,
restituye la más cruel infamia
que registra en nuestro siglo actual.
¡Gloria al héroe de ese Plan de Ayala,
que ante Dios y ante la humanidad
por Dios y justicia imploraba
para hacerse un pueblo liberal!

A su tumba los negros crespones
hoy llevemos con respeto profundo
para hacer un recuerdo del hombre
que murió sosteniendo su ley,
del que nunca temía a los cañones
ni amenazas del alto poder;
sólo quizo enseñar a traidores
que amó al pueblo que lo vio nacer.

Como todo el pueblo ya lo sabe
lo que fue ese grande general,
quien altruista a los infames
alejó de su estado natal.

Ricachones que chupaban la sangre
a quienes oro y plata les dan,
derramando el sudor miserable
por cincuenta centavos quizá.

Fueron dueños del Estado
protegidos por Díaz y Corral;
ya no daban al proletariado
la justicia, todo era impiedad,
por millares de hectáreas contaban
los bandidos de nuestra entidad;
fueron tierras y agua que al pueblo
robaban en esa dictadura fatal.

Pero un hombre en el norte da el grito
belicoso para ir a pelear
contra Díaz y soldados malditos
que horrorizan a toda la nación;
y el Caudillo suriano, ofendido
de esa leva siniestra y rapaz,
hizo fiel juramento como indio
de salvar a su pueblo natal.

Pero como Madero no quiso
escuchar de ese pueblo el clamor
que le puso a llevar los destinos
de una patria llena de opresión
y Zapata, patriota y altivo,
ante la ara de nuestra nación
al apóstol aquel fementido
desconoce según su opinión.

Aquel hombre de bronce ya altivo
proclamó el Plan de Ayala con fe,
por dejar consumada su obra
que hace al pobre libre del burgués;
no luchó por un puesto de gloria
ni aceptó del traidor el laurel,
ni escuchó una voz protectora
de nación extranjera a la vez.

Ni el extinto Carranza con todos
sus bandidos pudieron vencer
a Zapata, que fue el gran apóstol
por su lema de justicia y ley;
fue su sangre vertida hecha lodo
por traidores que no olvidaré,
que mancharon su honor por el oro,
pero todo ya está en tinta y papel.

Yo sin ser del caudillo un soldado,
porque nunca podía yo mentir,
ha existido en mi pecho un santuario
para el nombre de aquel paladín
cuya fama pasó del océano,
y el problema agrarista de aquí
ya se cierne doquier y hace estragos
a esa raza de pulpos tan ruin.

Coloquemos por siempre en su tumba
negras flores el día diez de abril,
y allí estaremos compañeros todos
siempre juntos para hacer cumplir
Tierra Libre, que escribió la pluma
de Zapata, traicionado al fin
y a quien ese Dios de las alturas
que en paz goce si se encuentra allí.

Las hazañas de los Yaquis en Morelos

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Autor: Marciano Silva.

Adentro, rifleros, vamos al combate,
a dar grandes pruebas de nuestro valor,
no les causen miedo los míseros yaquis
ni el ligero toque de su cruel tambor.

Que al silbar los cuernos les cause coraje;
que hundidos los pechos les cause furor,
pelearles debemos, vengar el ultraje
que han hecho en los pueblos de esta región.
No digan los yaquis que aquí en nuestro Estado
todos carecemos de valor civil,
a todo escape vamos dispersados
cuando al fin furiosos los vemos venir.

Inmundos salvajes, vienen engañados,
por eso se meten sin miedo a morir,
porque aunque los maten, no les da cuidado
dicen: que a su tierra van a revivir.
Adentro, muchachos, que la muerte es dicha
cuando por su patria se llega a morir,
adentro, nos dice el jefe Ayaquica,
Cabrera y Alfaro, con voz varonil.

El muy arrojado, jefe que hay en lista,
señor Camarilla, bravo paladín,
que bien les ha dado a los carrancistas
con el muy valiente señor Vega Gil.

El muy invencible señor Caraveo,
y el señor Arenas con su división
mandaron los yaquis en tren de recreo,
para las cavernas del viejo Plutón.
Aunque en Tochimilco fue su gran trofeo
poco agradecidos de tal excursión,
Alvaro, cacique de aquellos soldados
creo que podrá darles una explicación.

El día 24 de agosto por fecha
fueron a batirse a San Juan Amecac;
con los guajolotes, gallinas cluecas,
cabras y borregos, qué barbaridad.
Los pobres marranos no hacían resistencia
los gallos volaban queriendo escapar
y ellos airados, decían con violencia:
de estos zapatistas ni uno ha de quedar.

Cargando con burros, vacas y cereales,
todo cuanto hubo en ese lugar,
se fueron contentos de aquellos lugares
que al fin les cubrieron su necesidad.

Tal es el inmundo proceder infame,
su lema horrible es irracional,
creo que Dios Padre quedaría desnudo
si de su alto trono llegara á bajar.
Por Dios, Venustiano, cambia de experiencia,
diles a tus militares que no vayan a matar
los pobres marranos, vacas y gallinas
y los guajolotes en lance fatal.

Diles que los jarros no son zapatistas,
ollas y cazuelas también el comal,
semillas en grano, rebozos y platos,
viejos mantequeros, también nixtamal.

Cambia de estrategia y de disciplina,
lleva tus legiones al cuerpo del honor
y no así a los pueblos a matar gallinas,
o a hombres indefensos sin ningún temor.

Tú quieres por fuerza sentarte en la silla,
tú que no conoces lo que es pundonor,
pídele a Zapata y a Francisco Villa
que te den ejemplo, mi buen Senador. (sic)

Zapata y los Zapatistas

2 Comentarios

Autor: Maximiliano Mendoza.

Oye, público ilustrado, el canto de una alma grata
que he dedicado estos versos a don Emiliano Zapata,
cuyo hombre tomó las armas en el feliz mes de enero
para defender la causa de don Francisco I. Madero.

El veinte de noviembre la guerra empezó a surgir,
don Emiliano en su tierra y don Francisco en San Luis.
Zapata estaba ayudando a Madero en sus afanes,
para que éste con despacio ratificara sus planes.

Después de un tiempo de guerra se hizo un triunfo sin igual,
y se marcharon sus huestes con rumbo a la capital,
Zapata estaba contento con el triunfo de Madero,
dicen que ya tiene sus tierras todo el pueblo jornalero.

Lo que prometió Madero ya no lo pudo cumplir,
en ese plan prometido allá en San Luis Potosí,
para hacerlo proclamar al poder debió subir
y que ya estando sentado su plan debiera cumplir.

Pero Zapata miraba que ya el tiempo se pasaba
y que bienes y promesas de eso ya nunca se hablaba;
ya perdida la esperanza la águila batió sus alas,
Zapata tomó las armas y proclamó el Plan de Ayala.

Si Madero olvida el plan que enarboló en su bandera
yo sí cumpliré el de Ayala aunque perezca en la guerra,
esto dijo ese valiente y su estandarte tomó
y con valor eminente en Morelos combatió.

El grandioso Plan de Ayala quiso cumplirnos Zapata
por sus triunfos en Morelos, en Guerrero y Cuernavaca,
con sus triunfos y combates como soldado valiente
animando con sus frases a los jefes de su gente.

En los tres puntos del sur sí lo quieren con lealtad
porque les da la Justicia, Paz, Progreso y Libertad.
Huerta le hacía mil promesas para que a él se rindiera
y se le frustró su empresa, Zapata siguió la guerra.

Combates muy eminentes inició desde ese día;
para cumplir su promesa él peleó con gallardía,
uniéndose valientes jefes ilustres de gran corazón
que lo ayudaron en todo dando fama a la Nación.

Como es Francisco Mendoza, lo mismo que Salazar,
y don Francisco Pacheco, juntos iban a pelear.
Genovevo de la O, cuyo nombre no es extraño,
y don Fortino Ayaquica, valiente como Montaño.

Estos tuvieron combates contra todos los gobiernos
en Ozumba, en Nepantla, Teloloapan y Morelos,
por Yacapixtla y Tepexco, esas partes recorrieron,
tuvieron fuertes encuentros en el cerro del Jilguero.

Felipe Neri allá andaba por todos esos lugares;
en Axochiapan y Zacualpan perdieron los federales,
estuvieron en Matlala, en San Marcos y Atlixco,
en San Nicolás y en Chietla, en Colón y en Cuatlixco.

Milpalta, Jojutla y Chalco, Jantetelco y Atencingo,
Juchitepec, Tres Marías, Topilejo y Tepalcingo,
esas partes recorrieron combatiendo sin igual
hasta que triunfantes llegan a la hermosa capital.

El espartano Zapata, fue por muchos calumniado,
porque muchos lo juzgaban como hombre depravado,
varios decían que al llegar les causaría graves males,
entrando a la capital se verían barbaridades.

Nada de eso, no fue cierto, lo efectivo se ha de hablar,
éstos entraron correctos, con muchísima igualdad,
dando gracias al Pueblo, demostrando su lealtad,
dando fama, honor y mérito a su invicto general.

Les suplico que perdonen esta humilde narración
a todos los que escucharon que he cantado
y una regia corona de laureles y de nardos
solamente le deseo a este caudillo denodado.

La Toma de Cuautla por González

1 Comentario

Autor: Samuel Lozano.

(Bola)

Nobles ciudadanos vengan a escuchar
lo que traigo en mi memoria,
de lo que pasó en Cuautla Morelos
que es una cosa notoria.

El ocho del mes de mayo
de mil novecientos once
hubo una acción en Morelos
la cual mi patria conoce.

Fue ese día muy renombrado,
un viernes por la mañana
rompieron el sitio hacia el poniente
toditos los federales.

En el barrio del Calvario
el paso estaba cerrado,
pues el quinto Regimiento
estaba muy bien armado.

Todo el regimiento con mucho valor
tomaron colocación
unos en el Hotel de San Diego
y otros hasta la Estación.

Los maderistas se hallaban
en la iglesia de San Diego
y al ver a los federales
en el acto hicieron fuego.

En la azotea del hotel San Diego
habían perdido muchos soldados,
y huyeron pronto del fuego
rumbo al centro bien fogueados.

Los maderistas avanzando
tiraban con dinamita,
las paredes horadando
hasta llegar a la Ermita.

El quinto Regimiento se hallaba en el Centro
todos bien atrincherados,
y estaban tirando por las bocacalles
creyéndose asegurados.

Los federales peleaban con mucho valor
que en ese Cuautla Morelos
tan pronto habían de perder.

Emiliano Zapata con toda su gente
con brío empezó a avanzar,
gritando, muchachos, tiren sin temor
que les vamos a ganar.

Empezaron a arrojar
unas bombas explosivas
sobre los pobres soldados
desde las partes de arriba.

Por fin han peleado con mucho
denuedo los de tilma y de huarache
sobrenombre vago que le puso
al pueblo el periodista Fernández;
el calzón le ha dado al pantalón
ejemplo de valor en este lance,
y el botín realzado noble y caballero,
perdió en compañía del traje.

Según la ley constituida
por el demócrata Juárez,
no hay jerarquías en la vida,
toditos somos iguales;
el ropaje es una insignia
de aparentes cualidades,
es nobleza por encima
y por dentro necedades.

¡Oh! grandes Aquiles de la raza azteca
quisiera ser un Homero
y en poesías sublimes cantar las
proezas de vuestros hechos guerreros
mas mi pluma humilde sólo se concreta
a ensalzarlos con esmero,
pues este que escribe no es un grande poeta,
sino un pobre parrandero.

En el altar del Olvido se ponga
esta inscripción,
con letras de oro esculpido
para que vea la Nación:
Sufragio libre efectivo
y muera la Reelección,
que es lo que nos ha traido sangre,
fuego y destrucción.

Muchos soldados murieron
allí, del quinto Regimiento,
era aquel un sitio muy triste
con tanto herido y lamento.

Se huyó el resto de soldados
a refugiarse en las casas
del señor don Juan Narganes,
y de Dámaso Barajas.

Otros llegaron a la Estación
metiéndose a los furgones
tratando de escapar su vida
de los malos ofensores.

Allí los encontró el enemigo
que fiero los perseguía,
y los pobres soldados lueguito se dieron
y allí terminó su día.

Bañaron de gasolina
los furgones donde estaban
los prendieron sin fijarse
en los gritos que ellos daban.

Los pobres soldados ya chamuscados,
pues la lumbre los quemaba,
así acabaron los pobres sus días,
su deber se los mandaba.

Todos los pobres soldados
convirtiéronse en ceniza
y fueron sus restos tirados
en los campos de Cuauhuistla.

También un pueblo llamado Cuauhtlixco,
en las cercanías de Morelos
pasado el tinaco del ferrocarril,
fue el panteón de esos guerreros.

Abandonaron la plaza
pocos de aquellos soldados
pues que muchos prisioneros
fueron después fusilados.

De esta manera tan triste
entró Zapata a Morelos,
saqueando comercios ricos
e incendiando hasta los cerros.

Estas hazañas terribles
traen las guerras intestinas,
en que la sangre de hermanos
corre por causas mezquinas.

En fin, señores, me voy
y me despido con afán,
si no les hubo agradado
las faltas perdonarán.

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