Corrido recuerdos del General Zapata

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Con el sentir de mi patria voy a escrebir un renglón,
aunque mi pluma es inepta, carece de ilustración.
Ahora hablaré de Zapata que en Chinameca murió,
muerto por Jesús Guajardo bajo una infame traición.

Murió el caudillo suriano enemigo al español,
cuyo elemento insano que tanto dio al luchador
con el acero en la mano y con supremo valor
gritaba ¡muera el tirano, el déspota y el traidor!

Allá en los montes y valles se oyó el rugir del cañón,
también se escucharon ayes cuando el guerrero rodó
herido por la metralla, envuelto en sangre expiró
por darnos la libertad que el pobre pueblo perdió.

Los que murieron; los que viven son ahoy
los que disfrutan los puestos, sillas de gobernación;
allá en los campos de lucha pocos iban por valor,
ninguno quería obtener puesto de gobernador.

La muerte de ese caudillo diole gusto al español;
Decían: “ha muerto el bandido que tantos males causó”.
Es que estaban ofendidos del elemento opresor,
porque sus fincas Zapata en ruinas se las dejó.

Zapata fue un gran patriota y pelió de corazón,
nunca de sangre una gota derramó por ambición;
sólo que una mala nota la opinión pública dio,
fue la única derrota que el pobre pueblo perdió.

¡Adiós patriota esforzado! ¡adiós bravo luchador!
Leal y valiente soldado modelo de gran valor.
Nunca el pueblo mexicano olvidará en su interior
que el general Emiliano fue un grande defensor.

La traición de Guajardo

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Como Judas tembló ante su crimen,
aquel crimen que al mundo asombró,
de un cobarde lo mismo repite,
otra historia que a otro hombre perdió.

Fue Guajardo el vil de los viles,
que no pudo en las luchas de honor
conquistar con aquellos fusiles
la existencia de un libertador.

Esto fue allá en San Juan Chinameca
diez de abril cuando un héroe murió,
cuando el grande don Pablo la Hiena
operaba por esta región;
no pudiendo vencer por la fuerza
y las armas de aquel gran campeón,
combinaron una estratagema
que horroriza a toda la nación.

Mexicano que tiene en sus venas
de Cuauhtémoc la sangre a la vez,
no asesina con esas vilezas.
A Zapata, una santa leyenda
le tendrá que juzgar cual un juez,
y veremos que no fue la Hiena
como el Judas muerto en Monterrey.

El caudillo suriano fue el genio
fuerte y firme en su santo ideal,
su memoria merece respeto
si es que se halla en la eternidad;
fue vendida en cincuenta mil pesos
por Guajardo el infame chacal
que asoló a nuestro bello Morelos,
aquel réprobo que hizo Satán.

Ni la sangre de toda la raza
maldecida por el buen pensar,
restituye la más cruel infamia
que registra en nuestro siglo actual.
¡Gloria al héroe de ese Plan de Ayala,
que ante Dios y ante la humanidad
por Dios y justicia imploraba
para hacerse un pueblo liberal!

A su tumba los negros crespones
hoy llevemos con respeto profundo
para hacer un recuerdo del hombre
que murió sosteniendo su ley,
del que nunca temía a los cañones
ni amenazas del alto poder;
sólo quizo enseñar a traidores
que amó al pueblo que lo vio nacer.

Como todo el pueblo ya lo sabe
lo que fue ese grande general,
quien altruista a los infames
alejó de su estado natal.

Ricachones que chupaban la sangre
a quienes oro y plata les dan,
derramando el sudor miserable
por cincuenta centavos quizá.

Fueron dueños del Estado
protegidos por Díaz y Corral;
ya no daban al proletariado
la justicia, todo era impiedad,
por millares de hectáreas contaban
los bandidos de nuestra entidad;
fueron tierras y agua que al pueblo
robaban en esa dictadura fatal.

Pero un hombre en el norte da el grito
belicoso para ir a pelear
contra Díaz y soldados malditos
que horrorizan a toda la nación;
y el Caudillo suriano, ofendido
de esa leva siniestra y rapaz,
hizo fiel juramento como indio
de salvar a su pueblo natal.

Pero como Madero no quiso
escuchar de ese pueblo el clamor
que le puso a llevar los destinos
de una patria llena de opresión
y Zapata, patriota y altivo,
ante la ara de nuestra nación
al apóstol aquel fementido
desconoce según su opinión.

Aquel hombre de bronce ya altivo
proclamó el Plan de Ayala con fe,
por dejar consumada su obra
que hace al pobre libre del burgués;
no luchó por un puesto de gloria
ni aceptó del traidor el laurel,
ni escuchó una voz protectora
de nación extranjera a la vez.

Ni el extinto Carranza con todos
sus bandidos pudieron vencer
a Zapata, que fue el gran apóstol
por su lema de justicia y ley;
fue su sangre vertida hecha lodo
por traidores que no olvidaré,
que mancharon su honor por el oro,
pero todo ya está en tinta y papel.

Yo sin ser del caudillo un soldado,
porque nunca podía yo mentir,
ha existido en mi pecho un santuario
para el nombre de aquel paladín
cuya fama pasó del océano,
y el problema agrarista de aquí
ya se cierne doquier y hace estragos
a esa raza de pulpos tan ruin.

Coloquemos por siempre en su tumba
negras flores el día diez de abril,
y allí estaremos compañeros todos
siempre juntos para hacer cumplir
Tierra Libre, que escribió la pluma
de Zapata, traicionado al fin
y a quien ese Dios de las alturas
que en paz goce si se encuentra allí.

Corrido de los rebeldes de Chinameca

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La hacienda de Chinameca
sobresaltada tembló,
al ver que ya por Huichila
derribaban el portón.

Fue un veintinueve de mayo
después de que el sol salió,
a los patios de la hacienda
Zapata esforzado entró.

Hacienda de Chinameca,
¿dónde estará tu patrón?
En las trojes de la hacienda
está del indio el dolor.

El odio del indio es justo,
justo y santo su furor…
Zapata lo ha comprendido,
Zapata el libertador.

En la hacienda se encontraron
de parque una dotación
y cuarenta rifles savages
que la guerrilla incautó.

De nuevo siguen la marcha
que en Tepexco descansó;
en Amayucan, Tepepa,
cerca de la población.

¡Valientes los zapatistas!
¡Qué denodado su ardor!
Sin armas y sin provisiones,
Jonacatepec los vio.

En cambio los federales…
–¡pobre engañado “pelón”!
toda la noche combaten
contra de la insurrección.

Zapata la retirada
en vista de esto ordenó;
Felipe Neri la cubre,
con inaudito valor.

Con Morales, con Navarro,
Felipe Neri, en reunión,
con Juáregui y con Omañan,
ya Zapata el redentor.

Los jacales y las milpas,
sacudieron su clamor…
¡Viva Emiliano Zapata
de los indios defensor!

¡Viva Emiliano Zapata!
El campo ensancha su voz…
viene este grito a los valles
y en los riscos se prendió.

Los indios, los niños indios,
los que crecen al dolor
de uncir su vida a las siembras,
lo ven pasar con amor.

Zapata lleva anhelante
su grito de redención,
la tierra lo mira fuerte
y sereno junto al peón.

Corrido de la muerte de Emiliano Zapata

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Vengan a oír estos versos
todos con mucha atención,
de un gran suceso ocurrido
que comenta la Nación.

El jefe Pablo González
ideó sus planes certeros,
para poder dominar
al Estado de Morelos.

Primero vengo a contarles,
la historia de un guerrillero
desde que se pronunció
hasta su fin tan postrero.

En mil novecientos diez
en armas se levantó,
y al grito ¡Viva Madero!
al gobierno combatió.

Luego Zapata y sus fuerzas
cuando Madero triunfó,
por causas no conocidas
de nuevo se sublevó.

Y todos bien recordamos
cuando la traición de Huerta,
Zapata aun siendo rebelde
no se mezcló en la reyerta.

Cuando el cuartelazo infame
del día nueve de febrero
al Estado de Morelos
fue en automóvil Madero.

No se sabe a qué negocio
Madero fue a Cuernavaca
el caso es, sin contratiempo
conferenció con Zapata.

Por fin Huerta por los suyos
fue elegido Presidente
pero Zapata en Morelos
juró a Huerta darle muerte.

Villa y Carranza en el norte
juraron con buen esmero
vengarla sangre regada
del Presidente Madero.

Luego entre Villa y Carranza
un disgusto aconteció,
pero Emiliano Zapata
con Villa sí confrontó.

Se unieron Villa y Zapata
como buenos compañeros,
uno peleaba en el Norte
otro en el plan de Morelos.

Con Orozco y De la Barra,
con Carranza y otros más,
Zapata jamás no quiso
hacer convenios de paz.

El famoso Plan de Ayala
era esa la única bandera,
que Zapata reclamaba
para terminar la guerra.

Las causas que reclama
ese plan en realidad
es el reparto de tierras,
Democracia y Libertad.

Pero Zapata renuente
nunca quiso someterse,
para que buenas doctrinas
un gobierno las cumpliese.

Por fin Carranza, señores,
mandó fuerzas federales,
a combatir a Zapata,
por montes, pueblos y valles.

Pues el general González
al frente de mil guerreros,
fue mandado por Carranza
al Estado de Morelos.

En un mes de operaciones
los soldados carrancistas
quitaron Cuautla Morelos,
a las fuerzas zapatistas.

González dio garantías
a muchos jefes surianos,
para rendirse al gobierno
en conformidad de hermanos.

Muchos jefes zapatistas
mirando las garantías,
a Zapata abandonaron
en todas sus correrías.

Zapata viéndose solo
con muy poco contingente,
acudió a su gran astucia
para reclutar más gente.

A fines del mes de marzo,
del año que está presente,
Zapata mandó una carta
a Guajardo urgentemente.

Guajardo era coronel
de las tropas de Carranza;
pero logró de Zapata
hacerse de gran confianza.

Zapata mandó otra carta
hasta Cuautla astutamente,
a donde le aconsejaba
se volteara con su gente.

Guajardo le contestó
nomás espero el dinero,
para pagarle a las tropas
y pertrecharlas si puedo.

Veinte cargas de maíz
tengo yo que recibir,
si es que usted las necesita
se las puedo conducir.

Pues el general Guajardo
fingiendo estar rebelado
salió de Cuautla Morelos,
con sus tropas bien armado.

Guajardo salió de Cuautla
con mucho gusto y contento
al Rancho de Chinameca
para estar de destacamento.

Al licenciado Palacios
mandó Zapata al instante
al Rancho de Chinameca
como su representante.

Cuatro cartas se mandaron
uno y otro en la ocasión,
a donde se profesaban
una gran estimación.

La última carta mandó
Guajardo en contestación,
donde le dijo a Zapata
quedo a su disposición.

La primera orden que dio
Zapata sin dilación,
que a Bárcenas lo matase
por jugar alta traición.

Guajardo dijo a Zapata
es difícil comisión,
porque Bárcenas se encuentra
en Cuautla en esta ocasión.

Mi general, le obedezco
todo lo que mande usted,
pero mejor fuera bueno
tomar Jonacatepec.

Por órdenes de Zapata
Guajardo salió de allí
y la plaza fue tomada
el 8 del mes de abril.

Aunque el combate fue corto
con los falsos “zapatistas”
hubo siempre algunos muertos
de las fuerzas carrancistas.

En Tepaltzingo esperaba
Zapata de gusto henchido,
al valiente de Guajardo
por el triunfo ya obtenido.

Ya todo el plan de González
estaba casi concluido,
para poder agarrar
a Zapata muerto o vivo.

Una mujer se acercó
a Zapata desmayada,
diciéndole que Guajardo
quería hacerle una celada.

Zapata oyó los consejos
de su amiga sin igual,
y también formó sus planes
para evitar cualquier mal.

Muchachos, dijo Zapata,
tengan mucha precaución,
vigilen bien a Guajardo
que quiere hacernos traición.

Como a las tres de la tarde
Guajardo se dirigía,
a darle parte a Zapata
del gran triunfo de ese día.

Zapata dijo a Guajardo
que en prueba de estimación,
celebraran ese triunfo
con un gran comelitón.

Pero el coronel Guajardo
fingiendo estar fatigado
dijo que no podía ir,
por estar un poco malo.

Que mejor ese festín,
se efectuara al otro día,
en Chinameca, a su jefe
un banquete le ofrecía.

Zapata al fin accedió
a la oferta de Guajardo,
para ver si de ese modo
allí podía capturarlo.

Guajardo dijo a sus tropas
que al llegar su contrario,
a Zapata se le hicieran
honras de divisionario.

Que para el segundo toque,
contraseña anticipada,
los soldados sin demora
harían descarga cerrada.

Al llegar a Chinameca
Zapata algo malició,
y cogiendo luego su arma
el combate se trabó.

Se posesionó muy bien
para poder resistir,
pero a los pocos momentos
ya no pudo combatir.

Muerto cayó en aquel sitio
por una bala certera,
terminando allí su vida
en su trágica carrera.

Varios jefes zapatistas
fueron hechos prisioneros,
y otros abandonaron
el Estado de Morelos.

Palafox allí murió,
Jáuregui fue capturado,
y en Cuautla de Morelos
fue también ejecutado.

El cadáver de Zapata
a Cuautla fue conducido,
para que por todo el pueblo
fuera bien reconocido.

Cuando en Morelos se supo
la nueva que aconteció
toda la tropa con dianas
toda Cuautla recorrió.

De Ozumba y de Yautepec,
de México y Cuernavaca
iban a ver el cadáver
del que en vida fue Zapata.

Tres días estuvo su cuerpo
a la vista de la gente,
hasta que fue sepultado
el día doce del presente.

Así terminó su vida
un jefe de guerrilleros,
criollito de Nenecuilco
del Estado de Morelos.

Ya este corrido he cantado,
me despido con afán
si en algo estuviere errado
las faltas perdonarán.

Un recuerdo al General Zapata

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Sobre el sentir de la Patria
quise escribir un renglón,
pero mi pluma es inepta,
carece de ilustración.

Ahora hablaré de Zapata
que en Chinameca cayó,
muerto por Jesús Guajardo
bajo una infame traición.

Murió el caudillo suriano
enemigo al español,
cuyo elemento insano
tanto odiaba el luchador.

Con el acero en la mano
y con supremo valor
gritaba: Muera el tirano,
el déspota y el traidor.

Allá en los montes y valles
se oyó la voz del cañón,
también se oyeron los ayes
del guerrero que rodó.

Herido por la metralla
envuelto en sangre expiró,
por cobrar la libertad
que el pobre pueblo perdió.

Los que murieron, murieron,
y los que viven son hoy
los que se disputan puestos,
sillas de gobernación.

Allá en los tiempos de lucha
pocos iban con valor,
nadie quería tener triunfos
para ser gobernador.

Hoy todos quieren el mando
tener un puesto de honor,
pero entonces digan cuándo
demostraban tanto valor.

Sólo Zapata luchando
permaneció allá en el Sur,
a las huestes levantando
con un patriótico amor.

La muerte de ese caudillo
dióle gusto al español
decían: ha muerto el bandido
que tantos males causó.

Porque estaban ofendidos
el elemento opresor,
porque sus fincas Zapata
en ruinas se las dejó.

Zapata fue un gran patriota
como pudo serlo Obregón,
nunca de sangre una gota
regó por vías de ambición.

Si no es que una mala nota
la opinión pública dio,
para el jefe suriano Zapata
fue un bravo campeón.

Adiós, patriota esforzado,
adiós, bravo luchador,
leal y valiente soldado,
modelo de gran valor.

Jamás el pueblo suriano
se olvidará era su interior
que el general Emiliano
fue su grande defensor.

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