El Corrido de los Rebeldes de Chinameca

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La hacienda de Chinameca 
sobresaltada tembló, 
al ver que ya por Huichila 
derribaban el portón.

Fue un veintinueve de mayo 
después de que el sol salió, 
a los patios de la hacienda 
Zapata esforzado entró.

Hacienda de Chinameca, 
¿dónde estará tu patrón? 
En las trojes de la hacienda 
está del indio el dolor.

El odio del indio es justo, 
justo y santo su furor... 
Zapata lo ha comprendido, 
Zapata el libertador.

En la hacienda se encontraron 
de parque una dotación 
y cuarenta rifles "savages" 
que la guerrilla incautó.

De nuevo siguen la marcha 
que en Tepexco descansó; 
en Amayucan, Tepepa, 
cerca de la población.

¡Valientes los zapatistas! 
¡Qué denodado su ardor! 
Sin armas y sin provisiones, 
Jonacatepec los vio.

En cambio los federales... 
-¡pobre engañado "pelón"!-
toda la noche combaten 
contra de la insurrección.

Zapata la retirada 
en vista de esto ordenó; 
Felipe Neri la cubre, 
con inaudito valor.

Con Morales, con Navarro, 
Felipe Neri, en reunión, 
con Juáregui y con Omañan, 
ya Zapata el redentor.

Los jacales y las milpas, 
sacudieron su clamor... 
¡Viva Emiliano Zapata 
de los indios defensor!

¡Viva Emiliano Zapata!
El campo ensancha su voz... 
viene este grito a los valles 
y en los riscos se prendió.

Los indios, los niños indios, 
los que crecen al dolor 
de uncir su vida a las siembras, 
lo ven pasar con amor.

Zapata lleva anhelante 
su grito de redención, 
la tierra lo mira fuerte 
y sereno junto al peón.

La Muerte de Torres Burgos

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Autor: José Muñoz Cota

Seguro que ha sido el diablo
quien prendió la discusión.
Palabras de filo agudo
que la amistad les cortó.

Torres Burgos, con Tepepa,
malas palabras halló.
Torres Burgos fué valiente;
no era Tepepa inferior.

Decidieron despedirse.
Fuerte viento los reunió
y otro viento los separa
al golpe de la pasión.

Camino a Moyotepec,
Torres Burgos caminó.
Sus dos hijos lo acompañan
respetando su furor.

Ya no tienen alimento.
i Ay ! que todo les faltó.
Torres Burgos, un descanso,
en Rancho Viejo ordenó.

– Barranca de negros pasos,
profunda como un dolor.
Dolorosa y tan profunda
como el indiano clamor -.

Doce años apenas tiene
Alfonso, el hijo menor,
y Torres Burgos lo manda
con rumbo a la población.

– Llégate a Villa de Ayala.
Consíguete provisión
de bastimento y de parque,
que ya todo se acabó.

-Barranca turbia, sombría,
negra como maldición.
i Cuántas veces escondiste
las amarguras del peón !-.

El niño sigue valiente;
lo va escoltando su voz,
diciendo del indio huraño
la polvorienta canción.

Camino a Tlaltizapán,
iba con paso veloz,
cuando con grito estridente,
i alto ! la escolta gritó.

Eran las fuerzas de Rojas.
Xavier Rojas lo llamó.
-¿En dónde está el viejo Burgos?-
Melosamente inquirió.

-Nada le haremos si dices-
Xavier Rojas prometió.
Alfonso tiene doce años.
No lo culpes si aceptó.

Acompañado de Alfonso,
Xavier Rojas lo encontró.
Allí murió Torres Burgos,
la tropa lo acribilló.

Así murieron sus hijos
y su asistente mejor.
Las balas cortaron, ciegas,
la vida del precursor.

Corrido de los rebeldes de Chinameca

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La hacienda de Chinameca
sobresaltada tembló,
al ver que ya por Huichila
derribaban el portón.

Fue un veintinueve de mayo
después de que el sol salió,
a los patios de la hacienda
Zapata esforzado entró.

Hacienda de Chinameca,
¿dónde estará tu patrón?
En las trojes de la hacienda
está del indio el dolor.

El odio del indio es justo,
justo y santo su furor…
Zapata lo ha comprendido,
Zapata el libertador.

En la hacienda se encontraron
de parque una dotación
y cuarenta rifles savages
que la guerrilla incautó.

De nuevo siguen la marcha
que en Tepexco descansó;
en Amayucan, Tepepa,
cerca de la población.

¡Valientes los zapatistas!
¡Qué denodado su ardor!
Sin armas y sin provisiones,
Jonacatepec los vio.

En cambio los federales…
–¡pobre engañado “pelón”!
toda la noche combaten
contra de la insurrección.

Zapata la retirada
en vista de esto ordenó;
Felipe Neri la cubre,
con inaudito valor.

Con Morales, con Navarro,
Felipe Neri, en reunión,
con Juáregui y con Omañan,
ya Zapata el redentor.

Los jacales y las milpas,
sacudieron su clamor…
¡Viva Emiliano Zapata
de los indios defensor!

¡Viva Emiliano Zapata!
El campo ensancha su voz…
viene este grito a los valles
y en los riscos se prendió.

Los indios, los niños indios,
los que crecen al dolor
de uncir su vida a las siembras,
lo ven pasar con amor.

Zapata lleva anhelante
su grito de redención,
la tierra lo mira fuerte
y sereno junto al peón.