Corrido del General Zapata

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Autor: Jesús Díaz Bustamante
Canta: Antonio Aguilar

Con mi guitarra en la mano
voy a cantar el corrido,
de un general afamado
por todos muy conocido.

Nació Emiliano Zapata
en un risueño pueblito,
del estado de Morelos
que se llama Anenecuilco.

En mil novecientos once
en armas se levantaba,
allá en la sierra suriana
Don Emiliano Zapata.

Militaban en sus filas
Perdomo, que era el primero,
el temerario Barona
y el valiente Genovevo.

Detrás de los tecorrales
con su gente bien armada,
peleaba contra Carranza
defendiendo el Plan de Ayala.

Montaba brioso caballo
que era de muy buena alzada,
un cuaco lobo gateado
con herraduras de plata.

En Chinameca murió
el agrarista suriano,
por la villana traición
del carrancista Guajardo.

Ya con ésta me despido
ya me voy por el sendero,
aquí se acaba el corrido
del valiente guerrillero.

También a Eufemio Zapata
y al general Salazar,
los dos hermanos Arenas
y Don Jesús Capistrán.

Corrido de la muerte del General Zapata

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Autor: Isaías Alanís.

Nobles conciudadanos, honrados compatriotas 
valle y tengan a bien me presten su atención. 
Hoy vamos recordando a los grandes patriotas 
que en gran descanso estén de Dios y la mansión.

El pueblo Plan de Ayala fue el teatro de esta escena 
el año incomprensible: 1910
quince nos persiguieron, las armas mexicanas 
batiendo castellanos de confin en confin. 

Honor estima y gloria al héroe de Morelos. 
Emiliano Zapata, nuestro libertador,
con letras de oro escrito su nombre esté en la historia, 
porque del campesino, él fue el defensor.

También hubo otros hombres que exhalaron su vida 
en aras de la causa de tierra y libertad,
el polvo del olvido ha borrado sus nombres 
así les ha pagado la ingrata humanidad.

Zapata fue el apóstol, lo quiso así el destino 
porque tomó el camino de espinas y dolor, 
quiso poner en alto la idea del agrarismo 
con una fe inviolable y dómnico valor.

También hubo otros hombres, entre otros generales 
como Camilo Duarte y Cliserio Alanís,
hombres dignos de gloria que por la causa agraria 
derramaron su sangre y dieron su porvenir.

El Cerro del Jilguero mil veces vio a Zapata 
con espuelas de plata montar vio su alazán 
y con su treinta treinta, igual que sus muchachos 
gallardo caminaba para Tlatilzapán.

Más tarde Chinameca vio caer a su caudillo 
acribillado a tiros, con ventaja y traición. 
Carranza fue el cerebro, Guajardo fue el verdugo 
para llevar a cabo tan vil ejecución.

Por fin triunfó la causa, la hacienda es el ejido 
ya los verdes maizales se miran con primor; 
los signos de aquel tiempo de Marcianito Silva 
un poeta zapatista y dómnico cantor.

En paz descansen todos los hombres que murieron 
y altivos perecieron en la revolución
y de aquí en adelante tenderemos con orgullo 
un templo en cada pecho y en cada corazón.

Corrido a los campesinos de la República Mexicana

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Autor: Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz.

Cuando el gachupín llegó
hace cuatrocientos años, 
a despojar de sus tierras 
a todos los mexicanos. 

Trescientos años duró 
la desmedida ambición, 
arrasando por completo 
hasta nuestra religión. 

Esos hombres emplumados 
caminaban con destreza, 
de su civilización
que hable el Calendario Azteca. 

Este pueblo de Cuauhtémoc 
no lo podrán dominar,
él luchará por sus tierras 
para libre trabajar.

En mil ochocientos diez 
Hidalgo fue a la campaña, 
para arrojar al burgués, 
a ése que vino de España. 

Entre Hidalgo y Morelos 
hubieron hombres sublimes,
también hubo ambiciosos 
como Agustín de Iturbide. 

Lerdo y Juárez escribieron 
para el mundo la jornada, 
que ya grabada quedó
en el Cerro de las Campanas. 

Por sus tierras ha peleado 
este pueblo con denuedo 
por eso se levantó
con don Francisco I. Madero. 

La burguesía mexicana 
miró la cosa tan cierta, 
-mataremos a Madero;
de eso que se encargue Huerta. 

Zapata se levantó
con su valor insurgente, 
y el gobierno lo mató 
con puñal terrateniente. 

Se hacen las revoluciones 
en Washington sin tardanza; 
para asesinarlas luego, 
como le pasó a Carranza. 

Desde Madero a Obregón 
son diez ya los presidentes 
que ha cambiado la Nación, 
y seguimos como siempre. 

El Plan de Ayala nos trajo 
un porvenir que no es fijo; 
esa Ley del Seis de Enero 
que parece a la de Cristo. 

Toda la Reforma Agraria 
es una mera ilusión,
para Tierra y Libertad
hay que hacer expropiación.

Para vengar tanto mal 
de la burguesía asesina, 
todos los proletariados 
a empuñar la carabina. 

Nuestro dolor aconseja 
esta medida unionista 
bastante ya hemos sufrido 
al pie del latifundista. 

Sánchez ya se levantó
De la Huerta y fachismo, 
para pelear contra Calles, 
también contra el agrarismo. 

Los agraristas pa pronto 
salieron a la pelea,
y a muchos de los huertistas 
les quitaron la zalea. 

Obreros de la ciudad 
anden con mucho cuidado 
no se queden como en ésta 
como los guajolotes colgando. 

Viva la Internacional
de campesinos valientes, 
en su gran lucha mundial 
contra los terratenientes. 

Aquí se acaba el corrido 
debajo de los encinos, 
vivan los trabajadores, 
que vivan los campesinos.

Toma de la Plaza de Iguala, Guerrero

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Con mucho gusto y esmero,
a cantar voy el corrido,
de lo que en la plaza Iguala,
el día doce ha ocurrido.

Por fecha doce de Mayo,
memorias que son presentes,
fue tomado el Plan de Iguala,
por la fuerza de los valientes.

Como á las diez de este día,
se fueron los zapatistas,
porque les tuvieron recelo,
a las fuerzas carrancistas.

Combatiendo rudamente,
y con sobrado valor,
desfilaban por delante,
los del Estado Mayor.

Todo en silencio se veía,
al no rumorarse nada,
y de un momento a otro,
la plaza era tomada.

A los primeros disparos
que hicieron los carrancistas,
salían todos dispersados,
los soldados zapatistas.

El bravo general Amaro,
valiente y muy denodado,
avanzaba lentamente,
el combate era ganado.

En unos cuantos disparos,
de su fuerza bien armada,
los unidos á Zapata,
tomaban la retirada.

Toda la gente corría,
en ese golpe bien dado;
en unos cuantos segundos,
se veía solo el mercado.

Quedaron solas las calles,
con las puertas entreabiertas,
varias familias decían:
Ahora sí, ya fuimos muertas.

Pasaba ya media hora,
nadie se movilizaba,
sólo ocupaba las calles,
la valiente fuerza armada.

El cuadro era espantoso,
toda la gente escondida,
pensaban que en el momento,
iban á perder la vida.

En fin, pasaba ya una hora,
olléndose en lontananza,
murmuraciones distintas,
que ensalzaban a Carranza.

Poco á poco huyó el pavor,
tornándose en alegría,
el pueblo había visto ya,
la nueva luz de ese día.

Advertiré del combate,
que fué de grandes ventajas,
al darle al enemigo,
algún número de bajas.

Por este triunfo espartano
de la división Amaro,
hago recuerdo en mis versos,
de la lucha que ha ganado.

Que viva ese gran caudillo,
que ha luchado con esmero,
derrotando al enemigo
en el estado de Guerrero.

Daré hoy fin á mis versos,
con lo que ya he relatado,
pidiendo que este corrido,
si está mal, sea dispensado.

En otros versos diré,
de la campaña en Morelos,
de los combates habidos
en el estado de Guerrero.

Conserven bien estas páginas,
que les servirán de historia,
que son cosas muy bien ciertas,
no son inventos mi memoria.

No son mis versos de guasa,
ni de grande seriedad,
sólo hablan de algunos hechos
ocurridos en verdad.

Aquí da fin el corrido,
mi memoria más no alcanza,
sólo repito cantando,
vivan los que tomaron la plaza.

La muerte del sedicioso e infiel Jesús M. Guajardo

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No tantas se hacen al día
como se pagan velando,
y es justo, por vida mía,
el dar como vienen dando.

El asesino Guajardo,
por traición, mató a Zapata;
y a él, que fué de pico pardo,
también por ley se le mata.

Por llegar a general
fué de traición en traición,
a todos causando mal
y afrentando a la Nación.

Satélite de González
y aconsejado por él,
causó al pueblo muchos males,
haciendo muy mal papel.

Su reputación se alzó
cuando la huida de Carranza,
pues en él se hizo confianza
y la suerte le ayudó.

Más hasta en eso se ve
que su conciencia era poca,
pues él fue quien puso en pié
lo de la máquina loca.

Muchas víctimas cayeron
en desgracia en esa vez,
mas casi todos dijeron:
¡Azar de la guerra es!

Y así las cosas pasaron
y Guajardo se salvó,
pues todos consideraron
que el caos así lo exigió.

Pero esto no quieta, pues,
del hecho la gravedad;
ni deja de ser maldad,
como se juzgó después.

Hasta aquí se había salvado
el Guajardo en sus maldades,
más siguen sus liviandades
y sus hechos de malvado.

Se pronuncia; se le ataca,
se despedaza su gente,
y su maldad se destaca
como audaz, como insolente.

Y viéndose en la impotencia
porque nadie lo seguía,
no se acoge a la clemencia
ni la prudencia es su guía.

Sino que huye avergonzado
tras de su jefe y señor,
que es otro que se ha ofuscado
en las leyes del honor.

Se marcha hasta Monterrey
huyendo entre matorrales,
tras de Don Pablo González
como hombre de mala ley.

Y cuando hasta allí llegó,
huyendo entre matorrales,
tras de Don Pablo González
como hombre de mala ley.

Y cuando hasta allí llegó,
huyendo de su fracaso,
encuentra a su fuerte brazo
que ya también él cayó…

La justicia los separa;
se esconde, más dan con él,
y hace muy triste papel
cuando le hablan cara a cara.

A su jefe no rescata
y en un cuartel fué metido,
y allí queda detenido
el matador de Zapata…

A sumariarlo proceden
para ver cuál es su suerte,
y ya salvarse no pueden
de la sentencia de muerte.

Y el rudo conspirador
torpe, desleal e infidente,
no muere como un valiente,
y sí como vil traidor.

Mala muerte, el ambicioso,
desde su cuna declara,
pues desde luego prepara
un suplicio vergonzoso.

González, que fué el mentor
de Guajardo en liviandades,
verá que en sus terquedades
no tendrá suerte mejor…

El mérito se aquilata,
pero el error se castiga;
y aquél que al error instiga
también nuestra ley lo mata.

Dura es la Ley, pero es ley
que no perdona al osado;
y el caso de Monterrey
está bien patentizado.

Guajardo bajó a la tumba
y con él irá González;
¡Que así la maldad sucumba!
¡Que así acaben los desleales…!

Si el ejemplo prosperara
no habría más revolución,
y nadie se levantara
arruinando a la Nación.

Pero por suerte fatal
hay racimo de tiranos
que viven buscando el mal
a todos los mexicanos.

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