La muerte del sedicioso e infiel Jesús M. Guajardo

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No tantas se hacen al día
como se pagan velando,
y es justo, por vida mía,
el dar como vienen dando.

El asesino Guajardo,
por traición, mató a Zapata;
y a él, que fué de pico pardo,
también por ley se le mata.

Por llegar a general
fué de traición en traición,
a todos causando mal
y afrentando a la Nación.

Satélite de González
y aconsejado por él,
causó al pueblo muchos males,
haciendo muy mal papel.

Su reputación se alzó
cuando la huida de Carranza,
pues en él se hizo confianza
y la suerte le ayudó.

Más hasta en eso se ve
que su conciencia era poca,
pues él fue quien puso en pié
lo de la máquina loca.

Muchas víctimas cayeron
en desgracia en esa vez,
mas casi todos dijeron:
¡Azar de la guerra es!

Y así las cosas pasaron
y Guajardo se salvó,
pues todos consideraron
que el caos así lo exigió.

Pero esto no quieta, pues,
del hecho la gravedad;
ni deja de ser maldad,
como se juzgó después.

Hasta aquí se había salvado
el Guajardo en sus maldades,
más siguen sus liviandades
y sus hechos de malvado.

Se pronuncia; se le ataca,
se despedaza su gente,
y su maldad se destaca
como audaz, como insolente.

Y viéndose en la impotencia
porque nadie lo seguía,
no se acoge a la clemencia
ni la prudencia es su guía.

Sino que huye avergonzado
tras de su jefe y señor,
que es otro que se ha ofuscado
en las leyes del honor.

Se marcha hasta Monterrey
huyendo entre matorrales,
tras de Don Pablo González
como hombre de mala ley.

Y cuando hasta allí llegó,
huyendo entre matorrales,
tras de Don Pablo González
como hombre de mala ley.

Y cuando hasta allí llegó,
huyendo de su fracaso,
encuentra a su fuerte brazo
que ya también él cayó…

La justicia los separa;
se esconde, más dan con él,
y hace muy triste papel
cuando le hablan cara a cara.

A su jefe no rescata
y en un cuartel fué metido,
y allí queda detenido
el matador de Zapata…

A sumariarlo proceden
para ver cuál es su suerte,
y ya salvarse no pueden
de la sentencia de muerte.

Y el rudo conspirador
torpe, desleal e infidente,
no muere como un valiente,
y sí como vil traidor.

Mala muerte, el ambicioso,
desde su cuna declara,
pues desde luego prepara
un suplicio vergonzoso.

González, que fué el mentor
de Guajardo en liviandades,
verá que en sus terquedades
no tendrá suerte mejor…

El mérito se aquilata,
pero el error se castiga;
y aquél que al error instiga
también nuestra ley lo mata.

Dura es la Ley, pero es ley
que no perdona al osado;
y el caso de Monterrey
está bien patentizado.

Guajardo bajó a la tumba
y con él irá González;
¡Que así la maldad sucumba!
¡Que así acaben los desleales…!

Si el ejemplo prosperara
no habría más revolución,
y nadie se levantara
arruinando a la Nación.

Pero por suerte fatal
hay racimo de tiranos
que viven buscando el mal
a todos los mexicanos.

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