Nueve Años se Cumplieron

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Autor: Elías Domínguez

Nueve años se cumplieron de la Revolución
y la patria querida no hallaba ni que hacer;
toditos los tratados eran una adulación
y para el mexicano sufrir y padecer.

Voy a hablar del gobierno de don Porfirio Díaz
que fue de más conciencia en la persecución,
cuando a los maderistas con furia perseguía,
a los pueblos trataba con consideración.

Cuando a pueblos llegaban fuerzas del señor Díaz
llegando preguntaban pues, por la autoridad
nada más indagaban por la gran rebeldía,
que en los cerros andaban con el fin de peliar.

Mirando don Porfirio que no había de ganar
dispuso el armisticio, la guerra suspendió:
Madero con sus tropas entró a la capital
y ahí quedó el gobierno a su disposición.

Luego ese presidente de México se fue,
para la vieja Europa hizo su embarcación,
dejó a la pobre patria en un cruel padecer,
inundada de sangre, ¡Cielo qué compasión!

Después siguió la guerra con Francisco I. Madero,
en contra de otros jefes que no se querían rendir;
anduvo, bajó con tropas a Cuautla de Morelos,
a ver si en conferencia los hacía convenir.

Pero no sucumbieron Zapata y otros jefes
a las órdenes que traiba don Francisco I. Madero,
y siempre pronunciados se quedaron renuentes,
por todito el estado nombrado de Morelos.

Cuando el señor Naranjo se hizo del poder,
quedando en Cuernavaca de un gran gobernador,
mando a Juvencio Robles el cual se dio a temer
quemando a muchos pueblos con bastante rigor.

Cuando a pueblos llegaban las fuerzas naranjistas
pacíficos huían con el fin de escapar,
a todito el estado nombraban zapatista
y por esa razón lo querían arrasar.

Y se fue el año doce para el plan de Morelos,
no conocía justicia, ni paz ni libertad,
al cielo se quejaban las cuadrillas y pueblos
sólo los naranjistas traían autoridad.

Por fin se le llegó a Francisco I. Madero,
el cual ni pensaba en su trance de agonía,
mil novecientos trece en el mes de febrero,
con Huerta y Mondragón, Blanquel y Félix Díaz.

De luto se vistió la hermosa capital
porque fue muy temible aquella guerra cruel,
y cuando se tomó el palacio principal,
a Madero capturó el general Blanquel.

Entonces terminó el partido maderista
y de la presidencia Huerta se apoderó;
también incendió a pueblos el gobierno huertista,
la historia lo titula por tirano y traidor.

Muchos ruegan por él, si ya se halla en descanso,
según los forzamientos de cómo nos trató.
Allá Luzbel lo tenga, siquiera en fuego manso,
por los crueles incendios y levas que inventó.

Son páginas de sangre, de luto y de tristeza,
que se verá en la historia con mucha admiración;
hablando de tiranos como fue el señor Huerta,
ese Juvencio Robles, Villegas y Cartón.

Los pueblos lo que quieren son buenas garantías,
que se juzgue arreglado el Código legal,
fungiendo bien sus leyes mucho agradecería
respetando el derecho así se hará la paz.

¡Ay si resucitara el señor Benito Juárez
y viera nuestra patria en tan cruel situación!
Sólo él la libraría de toditos los males
y rigieran las leyes de la Constitución.

En fin, patria querida ¿cuándo terminarán
las guerras fraticidas que sufre tu nación?
Ya los pueblos honrados desean tranquilidad,
porque ya están cansados de la Revolución.

La Feria de Cuautla

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Autor: José Muñoz Cota

¡Vamos para la feria
una franca animación!
Echan volar las campanas
en la blanca población.

¡Vamos a la feria de Cuautla!
Zapata se adelantó,
entró a la feria meneando
su pingo galopador.

Torres Burgos y Merino
están ya en la población,
y los tres han prometido
hacer la revolución.

Vamos a la feria, niña
olvidemos el dolor
en las miserias del campo
en las fricciones del peón.

Los indios, los aparceros,
al influjo del alcohol
olvidan por un momento
la injusticia del patrón.

En el novecientos once,
en Cuaresma del Señor,
era en el segundo viernes
que el calendario marcó.

Cuando la feria de Cuautla
ya casi se terminó
Burgos, Zapata y merino
con alma prueba el valor.

Villa de Ayala (los mira)
predica la insurrección,
organizan las guerrillas
setenta hombres, lo mejor.

En Cuautla la feria muere,
la guitarra enmudece,
en el palenque se trunca
la voz del anunciador.

A Quilamula será
buscando liberación
Burgos, Zapata y Merino
en franca revolución.

La Muerte Trágica de Don Emiliano Zapata

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Autor: E. Warman

Ha muerto Don Emiliano,
dicen los que á Cuautla ván,
que lo matáron a tiros
cerca de Tlaltizapán.

Para terminar con él
tuvieron que urdir un plán
y el jefe Jesús Guajardo
trabajó con mucho afán.

Con Zapata tuvo arreglos
diciendo se iba á voltear,
queriendo en su cámpamento
á Zapata aprisionar.

Pobre Emiliano Zapata,
qué suerte le fue á tocar,
él que tenía tanta plata
cómo se dejó matar.

Creyó el muy tonto la lana
que Guajardo le contó
y un batallón del Gobierno
hasta su canton entró.

Cuando le tendió la mano
á su aliado que llegó
al grito ¡viva Carranza!
la lucha éste principió.

Hubo un pánico terrible,
y nadie podía entender
las órdenes que se daban
y tuvieron que perder.

Zapata quedó sin vida
á los primeros balazos,
lo mismo que varios jefes
que lo sostenían en brazos.

El resto de zapatistas
por los montes se perdió
y otros fueron desarmados
pues Guajardo les ganó.

Los soldados victoriosos
con los prisioneros juntos
se encaminaron á Cuautla
para entregar los difuntos.

Con sorpresa sin segundo
se recibió esa noticia,
esperando que ya acabe
esa lucha sin justicia.

Ojalá que ya termine
para trabajar en paz,
que el trabajo es lo (que) quiere
desde el hombre hasta el rapaz.

Yá estámos muy bien cansádos
de révueltas y fatigas
y deseámos que háya páz
sin infámias, sin intrigás.

Pues el hombre que trabaja
solo pide garantías;
no que suba Juan ó Pedro,
sino el pan todos los días.

En mil novecientos diez
Zapata se pronunció
y al grito ¡viva Madero!
á todo el Sur levantó.

Desde entonces fue elogiado
por su bravura sin par,
y el Gobierno lo trataba
con respeto sin igual.

Madero subio al poder
y Zapata se volteó,
no quizo de él depender;
contra el Gobierno se alzó.

Y desde entonces, siete años,
contra de todos peleó,
lo mismo que contra Huerta
a Carranza combatió.

En su bandera llevaba
escritas promesas mil,
ofreció repartir tierras
y hacer rico al infeliz.

Pero al fin nada cumplió
de tan notables doctrinas
y su riquísimo Estado
quedó convertido en ruinas.

El se dedicaba al juego
á los toros y mujeres,
y los negocios de Estado
los dejaba a los ujieres.

Reunida la Convención
nó la dejó gobernar,
y le dio el triunfo á Carranza
por nó saber él mandar.

Y cuando debió ser notable,
por sus grandiósas acciones
así terminó sus días
por seguir viles pasiones.

Les ruego que me perdonen
si al narrar metí la pata,
pero así cuentan murió
don Emiliano Zapata.

Corrido de la Muerte de Zapata

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Autor: Armando Liszt Arzubide

Escuchen señores, oigan
el corrido de un triste acontecimiento:
pues en Chinameca ha muerto a mansalva
Zapata, el gran insurrecto.

Abril de 1919 en la memoria
quedará del campesino,
como una mancha en la historia.

Campanas de Villa Ayala
¿por qué tocan tan dolientes?
es que ya murió Zapata
y era Zapata un valiente.

El gran Emiliano que amaba a los pobres,
quiso darles libertad.
Por eso los hombres de todos los pueblos
con él fueron a luchar.

De Cuautla hasta Amecameca,
Matamoros y el Ajusco,
con los pelones del viejo don Porfirio
se dio gusto.

Trinitaria de los campos
de las vegas de Morelos,
si preguntan por Zapata
di que ya se fue a los cielos.

Don Pablo González
le ordena a Guajardo que le finja un rendimiento,
y al ver a Zapata disparan sus armas
al llegar al campamento.

A la orilla de un camino
corté una blanca azucena,
a la tumba de Zapata
la llevé como una ofrenda.

Señores ya me despido
que no tengan novedad.
Cual héroe murió Zapata
por dar tierra y libertad.

Nuevas Mañanitas al Estado de Morelos (Triste despedida de Emiliano Zapata)

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Autor: Eduardo Guerrero

Las cosas iban subiendo
y van bajando otra vez
y entre balas y cañones
pasaba un mes y otro mes.
Unas cosas existieron
que alguno desbarató
y otras que no se podían
se pudieron de a montón
y luego aquello acabó.
Todos sabemos la historia.
Nos la dijeron de chicos
y alguno hasta lloró.

Voy a cantar un gustito
que vale la pura plata,
donde les doy la noticia
de la muerte de Zapata.

¡Adiós, montes del Ajusco
adiós, cerros del Jilguero,
adiós, montañas y cuevas
donde anduve de guerrero!

Me trataron con respeto
todos mis soldados leales,
para ellos no había tormento.
Adiós, firmes generales.

Adiós, muy heroica Cuautla,
adiós torres de Morelos
adiós las de Tenepantla,
pues ya nunca nos veremos.

Adiós los que me ayudaron
los nueve años de batalla,
en que nos vimos cubiertos
por la terrible metralla.

Adiós, mi señora madre,
adiós, todos mis chamacos,
adiós, todos mis amigos,
les encargo a mis muchachos.

Muerto está ya el guerrillero
que a ninguno respetó,
pues a Madero y Carranza
bastante guerra les dio.

Hoy de todos se despide
con tristísima amargura
y pide que no lo olviden
en su oscura sepultura.

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