El Saqueo de Pueblos por Guajardo

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¡Jesús! ¿qué haremos con Guajardo, el león furioso?
ya no es posible soportarlo en realidad,
les aseguro que algún día nos vuelve locos
con tanto susto y carreras que nos da.

¿Es muy valiente? el pueblo es muy medroso
para batirlo con honor y dignidad
dónde está Neri, Ignacio Maya y el famoso
Camilo Duarte, que vieran tal actualidad.

Ya no hay unión, no hay igualdad en nuestra gente,
para asimismo defendernos de esas fieras,
ya no buscamos enemigos hacia el frente,
sino al reverso para proteger la vida.

No hay más, en fin, se llevaron esos valientes
nuestros ganados, guajolotes y gallinas,
mientras nosotros contemplamos muy inerte
allá en los montes más altos nuestra ruina.

Maldito miedo que nos tiene sumergidos
en un estado de indulgencia y estupor,
rindiendo culto siempre al sexo femenino,
sin preocuparnos de la vida y del honor.

Régulo dijo en un momento de heroísmo
“Guerra al tirano, cruel y déspota invasor,
primero es patria que familia”, y él tranquilo
mandó hacer fuego a las trincheras sin temor.

¡Ay! si la Esparta nos hubiera conquistado
circularía por nuestras venas el valor
nos batiríamos como bravos espartanos
contra las huestes de Carranza sin temor.

No dejaríamos que violaran los tiranos
nuestras doncellas, nuestros templos y el honor,
ni sufriríamos la infamia del tirano
ni nuestra frente se cubriera de rubor.

Ahora Zapata, león del sur, que en gloria exista
cuando se trata de un combate en la ocasión
sólo contempla más que puras codornices
corriendo en grupos sin ninguna dilación.

Luego se trata de buscar un escondite
mientras pasan los momentos de aflicción
mientras los bravos carrancistas muy felices
saquean los pueblos y se van a otra región.

Más sin embargo, sigue la misión bendita
noble Espartaco, que tus armas triunfarán,
si los bravos del hermoso Plan de Amilpas
no te secundan, pero al fin contigo están.

Don Genovevo de la O y Don F. Ayaquica,
don Everardo González y Beltrán,
Valentín Reyes y otros más están en lista,
Samuel Bonilla y el valiente Catalán.

Bola del sitio de Tlaltizapán

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Autor: Marciano Silva.

Voy a recordar del 13 de agosto
de mil quinientos veintiuno
en que a conquistar vino el asqueroso
Cortés a este suelo puro;
fue Tenochtitlán el sitio luctuoso,
que contempló taciturno
una mortandad que llenó de gozo
al trono ibero y de orgullo.

Después de cuarto centurias,
según poco más o menos,
volvió otra vez esta espuria,
fecha escrita a sangre y fuego;
ahí Cortés cruel tortura,
aquí Carrión dio un degüello
año 16 ¡qué injuria!
13 de agosto, recuerdo.

A la hermosa Villa de Tlaltizapán,
en domingo por desdicha,
llegaron las fuerzas del sur
a atacar a los bravos Carrancistas;
el triunfo obtuvieron, no hay ni qué dudar,
según corrió la noticia,
pero después de esto no tardó en llegar
el refuerzo a toda prisa.

Por el Amate Amarillo entró
un refuerzo a la lucha
y a poco llegó otro auxilio,
procedente de Jojutla,
y un fuego cruel y nutrido,
se oía en tan grande disputa
quedando ahí el enemigo,
vencedor en su obra injusta.

Las tropas del sur dejaron el sitio,
batiéndose en retirada,
con la prontitud de aquel que indeciso,
ve su esperanza frustrada
con mucha quietud por rumbos distintos,
se fraccionó muy animada
a echar otro albur cuando ya expeditos,
para el caso se encontraban.

Al retirarse Zapata,
con sus fuerzas liberales,
quedó dueño de la plaza Carrión,
esto fue notable;
en venganza de las bajas,
que le hicieron al cobarde
tocó a un degüello salvaje,
demostrando su barbarie.

Avido de sangre Carrión, altanero,
mandó que con arma en ristre
dos horas fatales dieron de degüello
a los pobres infelices
que como neutrales vivían en el pueblo,
sin prever el fin tan triste
que el cielo implacable tenía para ellos,
al son de alegres repiques.

Cuatrocientos sucumbieron,
según rindieron informes,
entre los cuales murieron
mujeres, niños y hombres,
sin culpa ahí perecieron,
gran número de varones
entre un dolor tan acerbo,
y muy grandes estertores.

Esa cruel falange de bárbaros tingos,
fraccionáronse en guerrillas
por todito el pueblo matando a los niños,
de diez años para arriba,
mujeres y hombres eran conducidos,
por aquellos fratricidas
a la calle y luego tenían su exterminio,
quedando al punto sin vida.

Como a brutos los lanzaban
y a la calle sin piedad
arrastrados los sacaban,
¡ay qué cruel barbaridad!
ahí los sacrificaban con
la mayor brevedad
sin que sus ruegos hallaran,
rasgo al fin de bondad.

Algunas mujeres caían de rodillas,
pidiendo al cielo clemencia;
los hombres rodaban dejando teñida
con sangre a la madre Vesta,
los niños lloraban buscando una mano,
humilde para su defensa,
mas los herodeanos reían como Atilas,
sin ninguna condolencia.

Hubo un desgraciado Atila,
por sobrenombre el Bendo,
que él solo quitó la vida a
cincuenta y dos paisanos;
que el alma tan noble y sencilla,
que corazón tan noble
que valor en honra brilla,
¡como la de un bravo hispano!

Unos abrazaban a sus pobres criaturas,
al ver a los herodeanos
pidiendo por gracia y con gran ternura,
perdón a aquellos tiranos;
unas sólo encontraban por clemencia burlas,
y por perdón un sarcasmo
y una muerte infausta con grande premura,
niños, mujeres y ancianos.

Carrión a su sed de sangre,
guiado por una venganza
tocó a degüello al infante,
haciendo horrible matanza;
mas creo que el cielo implacable,
lo premiará sin tardanza
llevándolo a los umbrales,
del infierno es mi esperanza.

Las calles estaban cubiertas de muertos,
insepultos a la vez;
sólo sus canallas inmundos espectadores,
con la mayor rapidez
sepultura hallaban sin ningún pretexto,
¡oh qué necia estupidez!
Pues las represalias en un cuerpo yerto,
demuestran avilantez.

Ese es el valor civil que
demuestran los tiranos
correlones en la lid,
donde lucha palmo a palmo
y valientes como un Cid
con inermes ciudadanos
porque es más triste morir
que matar a un desdichado.

Son los hijos que la Madre Patria
un día en su seno arrulló
y con un prolijo amor entusiasta
su ilustre nombre les dio,
cuyos beneficios pagan los piratas,
como un premio de rencor,
crueles asesinos, viles cual tetrarcas,
sin clemencia y pundonor.

La humanidad en su mente,
triste este caso deplora,
y juzgo que eternamente grabará
ya en su memoria
el mes de agosto el día 13,
fecha infeliz y notoria
donde guardará por siempre,
en páginas de la historia.

Historia de la Derrota y Muerte del General Luis Cartón

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Autor: Marciano Silva

Noble patriota que en las montañas
fuiste del pueblo la admiración,
cuando escondido entre las cabañas
se oía feroz el rugir del cañón.

El hombre idiota de mala saña
que fue el temible Luis G. Cartón,
tirano fue de malas entrañas,
pagaste todo en esta ocasión.

De un pueblo junto la heroica Cuautla,
que distinguía tu falsedad,
cuando salvaje bajaste a Huautla
acostumbrado siempre a quemar.

¡Que viva Huerta, muera Zapata!
decían tus Juanes sin vacilar,
que un pueblo junto, esa es la patria
y con tus armas debe ganar.

Sin duda tú fuiste para Huerta
un hombre raro en esa ocasión;
tuvo razón y noticia cierta
que al sur bajabas sin dilación.

Pero Zapata, que estaba alerta,
mirando siempre al usurpador;
tal vez pensabas que a la revuelta
lo acabarías con tu batallón.

Hubo una junta en San Pablo Hidalgo
de varios jefes en esa vez,
de allí se fueron al Pozo Colorado,
donde en un antes era cuartel.

Estando el jefe y muchos soldados
que se encontraban en esa vez,
de allí se fueron para otro lado
donde en un antes yo explicaré.

En Chilpancingo, según se dice,
los generales se creían rey,
que fue Cartón, Ponciano Benítez
y el conocido Juan Poloney.

Y se creían que eran muy felices
y que soplaban mayor que un fuei
y los pelones esos Benítez, decían:
“¡bandidos, vengan a comer buey!”

Así gritaban los pobres Juanes,
sobre las casas de la suidá
“–¡Rompiendo el fuego todos iguales!”
Cartón gritaba con vanidad.

“–¡Muera Zapata! ¡No crean que gane
porque no tiene capacidad!
¡Que viva Huerta! Porque él sí sabe
regir un pueblo y gobernar.”

El general Encarnación Díaz
rumbo a la plaza se dirigió,
mientras Vicario veloz corría
para salir de la población.

Los zapatistas todos decían:
“–¡Alto ahí, quien vive!” sólo se oyó,
y ellos decían “¡Viva Chón Díaz!”
y por engaños así salió.

Ya derrotados los cartonistas
el sitio aquel querían romper,
con sus cañones y dinamitas,
para Acapulco querían correr.

Pero abusados los zapatistas
que se encontraban en esa vez,
ya de antemano estaban listas
todas las tropas a acometer.

Todos corriendo por el camino
haciendo fuego sin descansar,
logró la empresa y el cruel destino
y a los traidores debe esperar.

Cartón tiraba tras del incendio,
se aparapeta en un tecorral;
llegó el instante, y llegó el momento
que los deudores deben pagar.

Ya había pisado según, la raya,
que en esa guerra preso cayó,
quedando en manos de Ignacio Maya
a quien su espada luego entregó.

“– No crea usted jefe que yo me vaya
sólo le pido me haga un favor,
que entierre a mi hijo que en la campaña
hace un momento muerto cayó.”

“– Vaya a enterrarlo –Maya le dijo–,
permiso tiene en esta ocasión,
y luego que dé sepulcro a su hijo,
vamos a hacer su presentación”.

Y él al verlo con ojos fijos
luego le dijo “moriré yo;
pobre sepulcro hoy te prodigo,
yo soy tu padre, adiós hijo, adiós.”

“Mi general, mi alma está muy grata,
benevolencia siempre esperé,
yo quiero ver al jefe Zapata,
que conocerlo siempre yo ansié”.

— “¿Usted es Cartón, el jefe de Cuautla?”
— “Mi general, no lo negaré”.
— “Pues sepa usted que yo soy Zapata
que por los montes buscaba usted”.

— “Mi general quiero me conceda
en el momento mi libertad,
quiero ir al pueblo y hasta que pueda
pedir más armas y aparentar”.

— “Luego yo mismo les haré guerra
y con empuje podré ganar,
y cuando sepa que por mí queda
la suidadela y la capital.”

— “Está muy bueno lo que usted dice
que un nuevo plan que usted pensó,
mañana libre lo dejaremos
y ya de acuerdo estaré yo.”

— “Ya me despido, me voy sereno,
muy satisfecho de su razón”;
— “General Díaz, llévelo al pueblo
mañana libre sale Cartón”.

Y ya de acuerdo los generales
lo internaron en la prisión
y él les decía: –“si son legales,
quiero que tengan buena intención.”

No le hacían caso a sus hablales
pues que él mismo les invocó.
— “Mi centinela, favor de hablale,
dígale al jefe que le hablo yo.”

Rompió la aurora del nuevo día
en que esperaba salir Cartón,
y a sus guardias él les decía:
— “Ya no me tengan en la prisión”.

Si no era cárcel donde exestía,
estaba lejos de la versión,
y los soldados bien que reían
de lo ocurrido en la ocasión.

Llegando un jefe con voz muy fuerte:
— “Salga usted afuera señor Cartón,
vamos marchando rumbo al Oeste
que así lo exige su situación”.

Se llegó al punto donde la muerte
ya lo esperaba sin dilación,
así lo exige su infausta suerte
y morirá sin vacilación.

— “Mi general, me dijo Zapata
que se me diera mi libertad,
pues yo he ofrecido que por mi patria
la vida diera, es la verdad.”

— “Pues de antemano traigo una carta
que él me ha mandado con brevedad,
de que usted muera y que se cumplan
las duras leyes de autoridad”.

— “Si siempre muero yo ya he cumplido
con los deberes de mi misión.”
— “Párese al frente, que hay cinco tiros
para el descanso de su intención”.

— “Fórmenle cuadro, vénganse cinco,
preparen armas sin dilación.
¡Vivan las fuerzas de Chilpancingo!
¡Que muera Huerta! ¡también Cartón!”

Se oyó el descargue de muchas armas
cuando Cartón dejó de exestir,
también Benítez muy de mañana
le había tocado ya sucumbir.

Quinientos hombres en la campaña
se han avanzado todos al fin,
les dieron libre en las montañas
porque a sus tierras se querían ir.

Se vino el jefe para Morelos
a ver las fuerzas de su región,
y a pocos días quedó Guerrero
sin fuerzas de la Federación.

Se vino Olea también de miedo,
de que decían “ahí viene Chón”,
a pocos días quedó Guerrero
sin fuerzas de la Federación.

Ya me despido suidá de Iguala,
Cuautla, Morelos, feliz unión.
digan que viva el Plan de Ayala
y el jefe de la Revolución.

¡Que muera Huerta en mala hora,
y los que fueron de su opinión!
¡Muera Carranza, porque no cumple
con los deberes de la Revolución!

La Muerte Trágica de Don Emiliano Zapata

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Autor: E. Warman

Ha muerto Don Emiliano,
dicen los que á Cuautla ván,
que lo matáron a tiros
cerca de Tlaltizapán.

Para terminar con él
tuvieron que urdir un plán
y el jefe Jesús Guajardo
trabajó con mucho afán.

Con Zapata tuvo arreglos
diciendo se iba á voltear,
queriendo en su cámpamento
á Zapata aprisionar.

Pobre Emiliano Zapata,
qué suerte le fue á tocar,
él que tenía tanta plata
cómo se dejó matar.

Creyó el muy tonto la lana
que Guajardo le contó
y un batallón del Gobierno
hasta su canton entró.

Cuando le tendió la mano
á su aliado que llegó
al grito ¡viva Carranza!
la lucha éste principió.

Hubo un pánico terrible,
y nadie podía entender
las órdenes que se daban
y tuvieron que perder.

Zapata quedó sin vida
á los primeros balazos,
lo mismo que varios jefes
que lo sostenían en brazos.

El resto de zapatistas
por los montes se perdió
y otros fueron desarmados
pues Guajardo les ganó.

Los soldados victoriosos
con los prisioneros juntos
se encaminaron á Cuautla
para entregar los difuntos.

Con sorpresa sin segundo
se recibió esa noticia,
esperando que ya acabe
esa lucha sin justicia.

Ojalá que ya termine
para trabajar en paz,
que el trabajo es lo (que) quiere
desde el hombre hasta el rapaz.

Yá estámos muy bien cansádos
de révueltas y fatigas
y deseámos que háya páz
sin infámias, sin intrigás.

Pues el hombre que trabaja
solo pide garantías;
no que suba Juan ó Pedro,
sino el pan todos los días.

En mil novecientos diez
Zapata se pronunció
y al grito ¡viva Madero!
á todo el Sur levantó.

Desde entonces fue elogiado
por su bravura sin par,
y el Gobierno lo trataba
con respeto sin igual.

Madero subio al poder
y Zapata se volteó,
no quizo de él depender;
contra el Gobierno se alzó.

Y desde entonces, siete años,
contra de todos peleó,
lo mismo que contra Huerta
a Carranza combatió.

En su bandera llevaba
escritas promesas mil,
ofreció repartir tierras
y hacer rico al infeliz.

Pero al fin nada cumplió
de tan notables doctrinas
y su riquísimo Estado
quedó convertido en ruinas.

El se dedicaba al juego
á los toros y mujeres,
y los negocios de Estado
los dejaba a los ujieres.

Reunida la Convención
nó la dejó gobernar,
y le dio el triunfo á Carranza
por nó saber él mandar.

Y cuando debió ser notable,
por sus grandiósas acciones
así terminó sus días
por seguir viles pasiones.

Les ruego que me perdonen
si al narrar metí la pata,
pero así cuentan murió
don Emiliano Zapata.

Nuevas Mañanitas al Estado de Morelos (Triste despedida de Emiliano Zapata)

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Autor: Eduardo Guerrero

Las cosas iban subiendo
y van bajando otra vez
y entre balas y cañones
pasaba un mes y otro mes.
Unas cosas existieron
que alguno desbarató
y otras que no se podían
se pudieron de a montón
y luego aquello acabó.
Todos sabemos la historia.
Nos la dijeron de chicos
y alguno hasta lloró.

Voy a cantar un gustito
que vale la pura plata,
donde les doy la noticia
de la muerte de Zapata.

¡Adiós, montes del Ajusco
adiós, cerros del Jilguero,
adiós, montañas y cuevas
donde anduve de guerrero!

Me trataron con respeto
todos mis soldados leales,
para ellos no había tormento.
Adiós, firmes generales.

Adiós, muy heroica Cuautla,
adiós torres de Morelos
adiós las de Tenepantla,
pues ya nunca nos veremos.

Adiós los que me ayudaron
los nueve años de batalla,
en que nos vimos cubiertos
por la terrible metralla.

Adiós, mi señora madre,
adiós, todos mis chamacos,
adiós, todos mis amigos,
les encargo a mis muchachos.

Muerto está ya el guerrillero
que a ninguno respetó,
pues a Madero y Carranza
bastante guerra les dio.

Hoy de todos se despide
con tristísima amargura
y pide que no lo olviden
en su oscura sepultura.

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