Historia de la Derrota y Muerte del General Luis Cartón

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Autor: Marciano Silva

Noble patriota que en las montañas
fuiste del pueblo la admiración,
cuando escondido entre las cabañas
se oía feroz el rugir del cañón.

El hombre idiota de mala saña
que fue el temible Luis G. Cartón,
tirano fue de malas entrañas,
pagaste todo en esta ocasión.

De un pueblo junto la heroica Cuautla,
que distinguía tu falsedad,
cuando salvaje bajaste a Huautla
acostumbrado siempre a quemar.

¡Que viva Huerta, muera Zapata!
decían tus Juanes sin vacilar,
que un pueblo junto, esa es la patria
y con tus armas debe ganar.

Sin duda tú fuiste para Huerta
un hombre raro en esa ocasión;
tuvo razón y noticia cierta
que al sur bajabas sin dilación.

Pero Zapata, que estaba alerta,
mirando siempre al usurpador;
tal vez pensabas que a la revuelta
lo acabarías con tu batallón.

Hubo una junta en San Pablo Hidalgo
de varios jefes en esa vez,
de allí se fueron al Pozo Colorado,
donde en un antes era cuartel.

Estando el jefe y muchos soldados
que se encontraban en esa vez,
de allí se fueron para otro lado
donde en un antes yo explicaré.

En Chilpancingo, según se dice,
los generales se creían rey,
que fue Cartón, Ponciano Benítez
y el conocido Juan Poloney.

Y se creían que eran muy felices
y que soplaban mayor que un fuei
y los pelones esos Benítez, decían:
“¡bandidos, vengan a comer buey!”

Así gritaban los pobres Juanes,
sobre las casas de la suidá
“–¡Rompiendo el fuego todos iguales!”
Cartón gritaba con vanidad.

“–¡Muera Zapata! ¡No crean que gane
porque no tiene capacidad!
¡Que viva Huerta! Porque él sí sabe
regir un pueblo y gobernar.”

El general Encarnación Díaz
rumbo a la plaza se dirigió,
mientras Vicario veloz corría
para salir de la población.

Los zapatistas todos decían:
“–¡Alto ahí, quien vive!” sólo se oyó,
y ellos decían “¡Viva Chón Díaz!”
y por engaños así salió.

Ya derrotados los cartonistas
el sitio aquel querían romper,
con sus cañones y dinamitas,
para Acapulco querían correr.

Pero abusados los zapatistas
que se encontraban en esa vez,
ya de antemano estaban listas
todas las tropas a acometer.

Todos corriendo por el camino
haciendo fuego sin descansar,
logró la empresa y el cruel destino
y a los traidores debe esperar.

Cartón tiraba tras del incendio,
se aparapeta en un tecorral;
llegó el instante, y llegó el momento
que los deudores deben pagar.

Ya había pisado según, la raya,
que en esa guerra preso cayó,
quedando en manos de Ignacio Maya
a quien su espada luego entregó.

“– No crea usted jefe que yo me vaya
sólo le pido me haga un favor,
que entierre a mi hijo que en la campaña
hace un momento muerto cayó.”

“– Vaya a enterrarlo –Maya le dijo–,
permiso tiene en esta ocasión,
y luego que dé sepulcro a su hijo,
vamos a hacer su presentación”.

Y él al verlo con ojos fijos
luego le dijo “moriré yo;
pobre sepulcro hoy te prodigo,
yo soy tu padre, adiós hijo, adiós.”

“Mi general, mi alma está muy grata,
benevolencia siempre esperé,
yo quiero ver al jefe Zapata,
que conocerlo siempre yo ansié”.

— “¿Usted es Cartón, el jefe de Cuautla?”
— “Mi general, no lo negaré”.
— “Pues sepa usted que yo soy Zapata
que por los montes buscaba usted”.

— “Mi general quiero me conceda
en el momento mi libertad,
quiero ir al pueblo y hasta que pueda
pedir más armas y aparentar”.

— “Luego yo mismo les haré guerra
y con empuje podré ganar,
y cuando sepa que por mí queda
la suidadela y la capital.”

— “Está muy bueno lo que usted dice
que un nuevo plan que usted pensó,
mañana libre lo dejaremos
y ya de acuerdo estaré yo.”

— “Ya me despido, me voy sereno,
muy satisfecho de su razón”;
— “General Díaz, llévelo al pueblo
mañana libre sale Cartón”.

Y ya de acuerdo los generales
lo internaron en la prisión
y él les decía: –“si son legales,
quiero que tengan buena intención.”

No le hacían caso a sus hablales
pues que él mismo les invocó.
— “Mi centinela, favor de hablale,
dígale al jefe que le hablo yo.”

Rompió la aurora del nuevo día
en que esperaba salir Cartón,
y a sus guardias él les decía:
— “Ya no me tengan en la prisión”.

Si no era cárcel donde exestía,
estaba lejos de la versión,
y los soldados bien que reían
de lo ocurrido en la ocasión.

Llegando un jefe con voz muy fuerte:
— “Salga usted afuera señor Cartón,
vamos marchando rumbo al Oeste
que así lo exige su situación”.

Se llegó al punto donde la muerte
ya lo esperaba sin dilación,
así lo exige su infausta suerte
y morirá sin vacilación.

— “Mi general, me dijo Zapata
que se me diera mi libertad,
pues yo he ofrecido que por mi patria
la vida diera, es la verdad.”

— “Pues de antemano traigo una carta
que él me ha mandado con brevedad,
de que usted muera y que se cumplan
las duras leyes de autoridad”.

— “Si siempre muero yo ya he cumplido
con los deberes de mi misión.”
— “Párese al frente, que hay cinco tiros
para el descanso de su intención”.

— “Fórmenle cuadro, vénganse cinco,
preparen armas sin dilación.
¡Vivan las fuerzas de Chilpancingo!
¡Que muera Huerta! ¡también Cartón!”

Se oyó el descargue de muchas armas
cuando Cartón dejó de exestir,
también Benítez muy de mañana
le había tocado ya sucumbir.

Quinientos hombres en la campaña
se han avanzado todos al fin,
les dieron libre en las montañas
porque a sus tierras se querían ir.

Se vino el jefe para Morelos
a ver las fuerzas de su región,
y a pocos días quedó Guerrero
sin fuerzas de la Federación.

Se vino Olea también de miedo,
de que decían “ahí viene Chón”,
a pocos días quedó Guerrero
sin fuerzas de la Federación.

Ya me despido suidá de Iguala,
Cuautla, Morelos, feliz unión.
digan que viva el Plan de Ayala
y el jefe de la Revolución.

¡Que muera Huerta en mala hora,
y los que fueron de su opinión!
¡Muera Carranza, porque no cumple
con los deberes de la Revolución!