Corrido de Ignacio Maya
Oct 21
Que se cubra de negros crespones
el Ejército Libertador,
y sus armas que se empabellonen,
demostrando a la vez su dolor.
Que se cubra el estado de luto,
por la muerte de un gran general,
las campanas toquen a difunto
anunciando el momento fatal.
Se acabó ya la primera espada,
que el caudillo tenía a su favor,
se acabó el valiente Ignacio Maya
combatiendo en los campos de honor.
De su muerte gloriosa hay testigos,
que al pasar de este mundo a la historia
sucumbió pero llevó consigo
al sepulcro una nueva victoria.
Como solamente en Cuernavaca,
les quedaba en todito el estado,
dispusieron tomar esa plaza,
por medio de un sitio prolongado.
Porque ya el valiente Pedro Ojeda,
al pedirle fiel su rendición
le había dicho a Zapata que fuera
a tomarla sin más dilación.
Entonces se sintió aquella plaza,
con un sitio retirado al fin,
donde el hambre y la sed sin tardanza
por fuerza los haría sucumbir.
Después de no tener resistencia,
Pedro Ojeda lleno de pavor,
se alejó de aquella fortaleza
faltando a su palabra de honor.
Hacia el sur dirigió su salida
con el fin de poder escapar,
mas sus huestes fueron perseguidas
y diezmadas en lance fatal.
Entonces el valerosos Maya,
que era el genio de la guerra altiva
se arrojó sobre de aquella escuadra
que en desorden huía fugitiva.
En unión de unos cuantos valientes,
por delante marchó sin demora
combatiendo con valor ingente
aquel bravo guerrero sin par.
Mil cadáveres dejó en su fuga,
Pedro Ojeda sin más compasión,
armamento, cañones y mulas
y de parque buena dotación.
Con qué heroísmo el invencible Maya
se batió cual un bravo campeón
y sus jefes que lo acompañaban
en aquella gran persecución.
Ya la aurora del triunfo veía
a su límpida frente llegar,
cuando una bala cruel lo impedía,
la existencia le vino a quitar.
De un noble corcel cayó a tierra,
al sentir aquel golpe mortal,
y momentos después muerto queda,
aquel bravo guerrero sin par.
Según nota que tuve del hecho
llegó el fin de su vida postrera,
cerca del pueblo de Coatetelco,
en el punto de La Nopalera.
Allí fue en donde murió aquel coloso
que en distintas campañas se vio,
un día viernes catorce de agosto
fecha triste en que al mundo dejó.
De allí fue su cuerpo trasladado,
para el pueblo de Tlaltizapán,
donde al fin se encuentra sepultado
como varios muy bien lo sabrán.
Duerme en paz valiente Ignacio Maya,
mientras que en este mundo fatal,
triste llora el coronel Juan Vara
recordando tu nombre inmortal.
Si en compañía tuviste esa gloria,
en alteza los hombres de honor,
tus hazañas son pruebas notorias
que doquiera salías vencedor.
Se acabó el que brindaba laureles
al líder de la revolución,
se acabó también Felipe Neri,
dos espadas de gran pundonor.
Entre de esas dos grandes figuras
debemos también colocar
a don Marcelino Casarrubias,
que en campaña no tuvo rival.
Esos hombres de honor intachable
con su heroísmo, constancia y valor,
es muy justo que al fin les consagre
un recuerdo siquiera de honor.
Al Eterno pido en mis plegarias
nuestro digno reposo a la vez,
nobles mártires del Plan de Ayala,
vuestro premio será de honra y prez.
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