Bola de la historia del pronunciamiento del general Emiliano Zapata o la traición de Federico Morales.
Oct 01
Letras Anenecuilco, Ayala, Chinameca, Cuautla, Félix Trejo, Marciano Silva, Morelos, Ocotepec, Zapata Sin comentarios
Autor: Marciano Silva.
Cantada por Alfonso Pliego, de Ixtlilco el Chico, y Félix Trejo, de Ocotepec, Morelos.
Atención te pido público sensato,
voy a dar mi explicación,
aquí en esta historia que yo les redacto
en mi mal pronunciación.
Voy a dar un pormenor
citando lo positivo,
porque ya enterado estoy
como también persuadido.
El jefe Zapata no estando conforme
después de haber conquistado,
se salió de Cuautla según informes
pensando en los resultados.
Se fue rumbo a Anenecuilco
que era su tierra natal,
porque conoció el peligro,
pues lo iban a traicionar.
Estando en su casa aunque no tranquilo
pensando en lo que sería,
el nuevo gobierno quiso perseguirlo
por su grande bizarría.
Porque era un hombre valiente
nuestro general suriano,
querían políticamente
por completo exterminarlo.
Llegó la noticia según se declara
al pueblo de Anenecuilco,
que luego al momento él se retirara
que iban a formarle sitio.
Mandó tocar las campanas
nuestro invicto general:
¡ vamos de nuevo a campaña
a defender nuestro ideal !
En aquel momento se reunió su pueblo
para ver lo que pasaba,
y les dio a saber que el nuevo gobierno
asesinarlo trataba.
Yo no ambiciono la silla
ni tampoco un alto puesto,
siento a mi patria querida
verla en tan cruel sufrimiento.
Hablóle a su hermano con toda firmeza
y le dijo en el momento
rendir ya mis armas sería una tristeza,
sólo ya después de muerto.
Ésta es política falsa,
la tengo bien conocida,
quieren que entregue las armas
para quitarnos la vida.
Respondió don Eufemio con acento fijo
y un valor sin segundo:
ya no condesciendas a tus armisticios,
morir peleando es orgullo.
Levantémonos en armas
vamos de nuevo a sufrir,
las conferencias dejarlas
hasta vencer o morir.
Hoy lo que interesa es dar providencia
a lo que el tiempo depare,
para recibir de la omnipotencia
lo que del cielo mandare.
Saldremos, después veremos
qué descubre el firmamento,
al fin después volveremos
si nos da lugar el tiempo.
Día 30 de agosto dieron este grito
todos en conformidad:
¡ viva nuestra patria y este requisito
de paz, tierra y de libertad !
Ya vámonos a padecer,
vámonos de nuevo a sufrir;
traidor nunca lo he de ser,
por mi patria he de morir.
Salieron de Ayala rumbo a Chinameca
donde se reunieron todos;
pidieron permiso con toda presteza
para jugar unos toros.
Dos días de toros jugaron,
nos quedan como recuerdos;
y un hombre vil por trasmano
mandó un parte hacia Morelos.
Aquí en esta hacienda se encuentra Zapata
si lo quieren agarrar,
trae muy pocos hombres y escaso de armas
ahora se han de aprovechar.
Fórmenle una entretenida
sin dárselo a maliciar;
denle todo lo que él pida
que su día va a llegar.
Le pusieron parte violento a Morales,
puesto por la Presidencia:
a traerme a Zapata se va usted al momento,
se halla en San Juan Chinameca.
Con mucho empeño lo haré
ahora sí no se me escapa;
en 24 horas le presento a usted
la cabeza de Zapata.
Con 600 hombres marchó entusiasmado
queriendo lograr su intento,
pero Dios que es dueño de todo lo creado,
les frustró su pensamiento.
No sabían que el general
había puesto su avanzada;
en el camposanto tras del tecorral
les preparó su emboscada.
Cuando les marcaron el alto: ¡ quién vive !
¡ Figueroa !, sólo gritaron;
con un par de bombas luego los reciben
y a combatir se prestaron.
Diez eran los zapatistas,
contrarios seiscientos fueron,
pero sus grandes conquistas
con valor las defendieron.
De cada descarga los zapatistas
diez o doce se tumbaron,
porque su gente estaba bien lista
y bien muertos los dejaron.
Los bombazos resonaban
sin cesar cada momento,
los zapatistas peleaban
haciéndose muchos muertos.
Cuando el general se hallaba gustando
con don Santiago Pozadas
en aquel momento lo estaban sitiando
y haciéndole mil descargas.
Montó su buen caballo,
paso a paso se fue yendo,
con unos cinco soldados
se quedó reconociendo.
Cuando el general divisó al gobierno
que se acercaba al poniente,
echó mano al rifle,
se apeó muy sereno,
con cinco les hizo frente.
Lo rodearon cuatrocientos
pero no se acobardó;
le hicieron fuego al momento
y entre ellos se revolvió.
A pocos momentos que se tirotearon
Zapata se retiró
haciéndoles fuego con tres que quedaron,
luego al cerro se internó.
Dicen que los derrotaron
porque así corrió la voz;
pero sólo a tres mataron,
contrarios sesenta y dos.
De testigo pongo aquí al siglo XX
como certero y seguro,
para que noticie del hecho presente
de lo pasado y futuro.
De Zapata estos recuerdos
quedaron siempre grabados
en todo el plan de Morelos
y los pechos mexicanos.
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