Danza de Juvencio Robles

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Autor: Marciano Silva
Cantado por Lorenzo Capistrán, de Las Piedras, Morelos. 

Dios lo perdone Juvencio Robles, 
tanta barbarie, tanta crueldad, 
tanta ignominia, tantos horrores, 
que has cometido en nuestra entidad.

De un pueblo inerme los hombres corren 
y después de esto vas a incendiar,
¿qué culpa tienen los moradores 
que tú no puedas al fin triunfar?

Si es que a Emiliano Zapata buscas 
allá en los montes lo encontrarás; 
marcha a los campos contra él y lucha 
y así de gloria lo cubrirás.

Deja a los pueblos, no tienen culpa, 
ya no los mandes exterminar;
el que es valiente nunca ejecuta 
hechos tan viles como el actual.

Lo que es Cartón y Rasgado, en suma, 
en nuestro estado nunca podrán 
vencer a Neri que es la figura
mas formidable que hay en el plan. 

Saben muy bien los sitios que ocupa, 
al fin se animan, pero… no van,
y como pruebas les daré algunas 
de sus hazañas en realidad.

Llegan a un pueblo que abandonado 
sus habitantes dejaron ya,
tiran de tiros por si emboscados 
los zapatistas llegan a estar.

Si este saludo no es contestado 
entonces entran pronto a incendiar, 
triunfan los leales de un pueblo aislado 
y al fin lo dejan sin su hogar.

Los zapatistas llegan a un pueblo, 
y si es en número regular, 
mandan el parte luego al gobierno 
mas inmediato, sin dilatar:

“Aquí se encuentran los bandoleros 
pueden venirlos a exterminar”,
y el bravo jefe responde luego: 
“Cuentos de viejas; ¡qué van a estar!” 

Pero si saben que ya se fueron
y que muy lejos deben estar, 
entonces marchan, pero ligeros 
con sus cañones a bombardear. 

Las pobres chozas son los guerreros 
a quienes van a contrarrestar,
y a las mujeres que sin remedio 
se llevan como trofeo marcial. 

Cuantos pacíficos ha matado 
Cartón, en su cruel avilentez; 
cuando a un pueblo llega a incendiarlo 
y en sus hogares encuentra a alguien, 
luego en su parte pone el menguado: 

“Hónrome en participar a usted
que a zapatistas he derrotado, 
quité caballos, armas también.”

Hoy nuestros pueblos son unos llanos,
blancas cenizas, cuadros de horror, 
tristes desiertos, sitios aislados 
donde se agita sólo el dolor. 

Fúnebres restos que veneramos 
como reliquia de nuestro amor 
donde nacimos, donde nos criamos 
y alegres vimos la luz del Sol. 

Adiós Cartón y Juvencio Robles, 
adiós Rasgado, “bravo adalid”, 
llévenle a Huerta sus batallones
y su estrategia tan infeliz.

Díganle que ya no hay poblaciones 
ni hay bandoleros que perseguir, 
sólo Zapata y sus escuadrones 
siempre dispuestos a combatir. 

Bravos guerreros, hijos de Esparta, 
ya al fin se honraron con acabar, 
pero a los pueblos, porque a Zapata 
ni la razón le han podido dar.

Quemar un pueblo creo que no es gracia, 
matar a inermes es cosa igual;
dejar familias en la desgracia 
ésa no es honra de un militar. 

¡Cuántas familias viven llorando 
en pueblo extraño sin paz ni hogar, 
y por su tierra siempre anhelando 
sin que ese instante pueda llegar! 

¡Cuántas familias peregrinando
de pueblo en pueblo siempre andarán, 
hasta que el cielo diga hasta cuándo 
a sus hogares puedan llegar! 

Soldados viles que habéis jurado
ser la defensa de la nación,
ya no exterminen a sus hermanos, 
ya no se gocen en su aflicción. 

Negros Caines, cruel, inhumanos
mostrad un rasgo de abnegación, 
quiero sean dignos, no sean tiranos 
que ya no es tiempo de quemazón.

Nueve Años se Cumplieron

1 Comentario

Autor: Elías Domínguez

Nueve años se cumplieron de la Revolución
y la patria querida no hallaba ni que hacer;
toditos los tratados eran una adulación
y para el mexicano sufrir y padecer.

Voy a hablar del gobierno de don Porfirio Díaz
que fue de más conciencia en la persecución,
cuando a los maderistas con furia perseguía,
a los pueblos trataba con consideración.

Cuando a pueblos llegaban fuerzas del señor Díaz
llegando preguntaban pues, por la autoridad
nada más indagaban por la gran rebeldía,
que en los cerros andaban con el fin de peliar.

Mirando don Porfirio que no había de ganar
dispuso el armisticio, la guerra suspendió:
Madero con sus tropas entró a la capital
y ahí quedó el gobierno a su disposición.

Luego ese presidente de México se fue,
para la vieja Europa hizo su embarcación,
dejó a la pobre patria en un cruel padecer,
inundada de sangre, ¡Cielo qué compasión!

Después siguió la guerra con Francisco I. Madero,
en contra de otros jefes que no se querían rendir;
anduvo, bajó con tropas a Cuautla de Morelos,
a ver si en conferencia los hacía convenir.

Pero no sucumbieron Zapata y otros jefes
a las órdenes que traiba don Francisco I. Madero,
y siempre pronunciados se quedaron renuentes,
por todito el estado nombrado de Morelos.

Cuando el señor Naranjo se hizo del poder,
quedando en Cuernavaca de un gran gobernador,
mando a Juvencio Robles el cual se dio a temer
quemando a muchos pueblos con bastante rigor.

Cuando a pueblos llegaban las fuerzas naranjistas
pacíficos huían con el fin de escapar,
a todito el estado nombraban zapatista
y por esa razón lo querían arrasar.

Y se fue el año doce para el plan de Morelos,
no conocía justicia, ni paz ni libertad,
al cielo se quejaban las cuadrillas y pueblos
sólo los naranjistas traían autoridad.

Por fin se le llegó a Francisco I. Madero,
el cual ni pensaba en su trance de agonía,
mil novecientos trece en el mes de febrero,
con Huerta y Mondragón, Blanquel y Félix Díaz.

De luto se vistió la hermosa capital
porque fue muy temible aquella guerra cruel,
y cuando se tomó el palacio principal,
a Madero capturó el general Blanquel.

Entonces terminó el partido maderista
y de la presidencia Huerta se apoderó;
también incendió a pueblos el gobierno huertista,
la historia lo titula por tirano y traidor.

Muchos ruegan por él, si ya se halla en descanso,
según los forzamientos de cómo nos trató.
Allá Luzbel lo tenga, siquiera en fuego manso,
por los crueles incendios y levas que inventó.

Son páginas de sangre, de luto y de tristeza,
que se verá en la historia con mucha admiración;
hablando de tiranos como fue el señor Huerta,
ese Juvencio Robles, Villegas y Cartón.

Los pueblos lo que quieren son buenas garantías,
que se juzgue arreglado el Código legal,
fungiendo bien sus leyes mucho agradecería
respetando el derecho así se hará la paz.

¡Ay si resucitara el señor Benito Juárez
y viera nuestra patria en tan cruel situación!
Sólo él la libraría de toditos los males
y rigieran las leyes de la Constitución.

En fin, patria querida ¿cuándo terminarán
las guerras fraticidas que sufre tu nación?
Ya los pueblos honrados desean tranquilidad,
porque ya están cansados de la Revolución.

El Exterminio de Morelos

Sin comentarios

Autor: Marciano Silva

Dios te perdone, Juvencio Robles,
tanta barbarie, tanta maldad,
tanta ignominia, tantos horrores,
que has cometido en nuestra entidad;
de un pueblo inerme los hombres corren
y después de esto vas á incendiar;
qué culpa tienen sus moradores
que tú no puedas al fin triunfar.

Si es que á Emiliano Zapata buscas
allá en los montes le encontrarás,
marcha á los campos contra él y lucha
y así de gloria te cubrirás;
deja los pueblos, no tienen culpa,
ya no los mandes exterminar,
el que es valiente nunca ejecuta
hechos tan viles como el actual.

Lo que es Cartón y Rasgado en suma
en nuestro Estado nunca podrán
vencer a Neri, que es la figura
más formidable que hay en el plán;
saben muy bien los sitios que ocupa,
al fin se animan, pero no van,
y como pruebas les diré algunas
de sus hazañas en realidad.

Llegan á un pueblo que abandonado
sus habitantes dejaron ya,
tiran balazos, por si emboscados
los zapatistas llegan á estar;
si este saludo no es contestado
entonces entran allí a incendiar;
triunfan los leales de un pueblo aislado
al cual dejaron sin un hogar.

Si zapatistas llegan a un pueblo
y son en número regular,
mandan un parte luego al Gobierno
más inmediato sin dilatar;
aquí se encuentran los bandoleros,
pueden venirlos á exterminar;
el bravo jefe responde luego:

Pero si saben que ya se fueron
y que muy lejos deben estar,
entonces marchan, pero lijeros,
con sus cañones a bombardear;
las pobres casas son los guerreros
con quienes van á contrarrestar
y las mujeres que sin remedio
se llevan como un trofeo marcial.

¡Cuántos pacíficos ha matado
Cartón en su cruel avilantez;
cuando algún pueblo llega á incendiar
y en sus lugares encuentra alguien,
luego en su parte pone el menguado:
honróme participar á usted
que á zapatistas he derrotado,
quité caballos y armas también.

Son nuestros pueblos solo unos llanos,
blancas cenizas, cuadros de horror,
tristes desiertos, sitios aislados,
donde se agita solo el dolor;
fúnebres restos que veneramos
como reliquias de nuestro amor,
donde nacimos, donde nos criamos
y alegres vimos la luz del sol.

Adios, Cartón y Juvencio Robles,
adios, Rasgado, bravo adalid,
llévenle a Huerta sus batallones
y su estrategia tan infeliz;
díganle que ya no hay poblaciones
ni bandoleros que perseguir,
solo Zapata y sus escuadrones
siempre supuestos a combatir.

Bravos guerreros, hijos de Esparta
que al fin se honraron con acabar,
pero á los pueblos, porque á Zapata
ni la razón han podido dar;
quemar á un pueblo creo que no es gracia,
matar inermes es cosa igual,
dejar familias en la desgracia,
eso no es honra de un militar.

Cuántas familias se hallan llorando
en tierra extraña sin un hogar,
y por su pueblo siempre anhelando
sin que ese instante pueda llegar;
cuántas familias peregrinando
de pueblo en pueblo siempre andarán
hasta que el cielo diga hasta cuándo
á sus hogares se volverán.

Soldado viles, que habeis jurado
ser la defensa de la Nación,
ya no exterminen á sus hermanos
y alcanzarán su salvación;
negro caínes cual inhumanos,
tened un rasgo de abnegación,
quiero se dignen, cual mexicanos,
oir los clamores de la razón.