Corrido de Emiliano Zapata

Sin Comentarios

Varios correos cruzaban
yendo de un cuartel a otro,
Jesús Salgado ordenaba
que al instante fueran pronto,
generales y oficiales
a conferenciar al quiosco.

No había pasado una hora
cuando ya estaban presentes,
había alegría en sus caras,
charlaban como las gentes;
aunque eran en el hablar
razonables y prudentes.

Nuestro general Zapata
en Iguala nos espera,
hay que madrugar mañana,
dejaremos la flojera
–les dice a sus generales
Salgado con voz serena

Recomiéndenle a su gente
que asista bien la remonta,
para que ningún caballo
clave al caminar la trompa;
el camino es escabroso
y la jornada no es corta.

Como un río caudaloso
que acelera su corriente,
la tropa marcha de prisa
ya desciende la pendiente;
la va guiando la alborada
que asoma por el oriente.

Hay alegría en los pechos,
de vez en cuando se escapa
una canción melodiosa
que anima la cabalgata;
delira toda la tropa
por conocer a Zapata.

Tres batallones esperan
a Salgado en la estación,
los generales se cruzan
los saludos de rigor;
las bandas tocan de gusto,
se ordenan salvas de honor.

Toda Iguala está de fiesta,
canta alegre el campanario;
mientras en los tamarindos
suspenso está el sol de mayo,
con voz serena a Zapata
esto le dice Salgado:

–Señor general Zapata:
esta tropa que aquí mira,
nunca al peligro le teme,
el nombre de usted la anima;
y en los combates, cada hombre,
por cuatro se multiplica.

La tropa y mis generales
su nombre y valor admiran,
y por seguir su palabra
de sus hogares se olvidan;
hoy vienen a saludarlo,
por conocerlo deliran.

Acepte, señor Zapata,
el corazón de esta gente;
que sin medir el peligro
a la muerte ve de frente,
mientras el surco va abriendo
para sembrar su simiente.

(Habla el general Pantalones.)

Aunque soy chaparrito,
me llamo Ciriaco Gómez;
pero el pueblo me ha cambiado
el nombre de mis mayores,
y hoy todo mundo me llama
el general Pantalones.

Traigo en mi apodo la fama
como el Tejón Solitario,
no le temo a la Huesuda
aunque me enseñe el rosario,
ni a las velas encendidas
ni al rezo del novenario.

(Habla el general Emiliano Zapata.)

–Ya conocen mi bandera
muy sencillo es mi programa;
tierra, libertad y escuelas
el campesino reclama;
desde un principio esta ha sido
compañeros, mi proclama.

Ayudamos a Madero
a derrocar al tirano,
ya estando en el candelero
no quiso darnos la mano,
hasta que El Chacal su cuero
puso en venta muy ufano.

Y después del Cuartelazo
llega a la silla Carranza,
le tiende el pueblo su brazo,
en él pone su confianza;
aunque sea muy poco al paso
la Revolución avanza.

Veremos lo que resulta,
pues Carranza ha proyectado
en Querétaro una junta
para la que me ha invitado;
ya van mis representantes,
esperaré el resultado.

Mientras sigan respetando
a las fuerzas de Carranza,
veremos si al fin podemos
formar con él una alianza,
que recoja los ideales
que encarnan nuestra esperanza.

Más que Zapata, señores,
será la Revolución
la que premie sus valores
y les dé su galardón,
por ella pido que un brindis
hagamos esta ocasión.

Que estos tamarindos guarden
en su follaje mi voz,
que sean fieles testigos,
lo mismo que el padre sol,
de todo lo que se ha dicho
bajo su dulce frescor.

¡Viva Iguala, compañeros,
cuna de nuestra Bandera;
si los viejos insurgentes
murieron ayer por ella,
nosotros daremos hoy
nuestra vida por la tierra!

No me importa que haya traidores
y que nos den un mal pago,
ya ven, Cristo fue entregado
por el que comía en su plato;
por los frutos sabe el hombre
si el árbol es dulce o amargo.

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