La Muerte de Torres Burgos

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Autor: José Muñoz Cota

Seguro que ha sido el diablo
quien prendió la discusión.
Palabras de filo agudo
que la amistad les cortó.

Torres Burgos, con Tepepa,
malas palabras halló.
Torres Burgos fué valiente;
no era Tepepa inferior.

Decidieron despedirse.
Fuerte viento los reunió
y otro viento los separa
al golpe de la pasión.

Camino a Moyotepec,
Torres Burgos caminó.
Sus dos hijos lo acompañan
respetando su furor.

Ya no tienen alimento.
i Ay ! que todo les faltó.
Torres Burgos, un descanso,
en Rancho Viejo ordenó.

– Barranca de negros pasos,
profunda como un dolor.
Dolorosa y tan profunda
como el indiano clamor -.

Doce años apenas tiene
Alfonso, el hijo menor,
y Torres Burgos lo manda
con rumbo a la población.

– Llégate a Villa de Ayala.
Consíguete provisión
de bastimento y de parque,
que ya todo se acabó.

-Barranca turbia, sombría,
negra como maldición.
i Cuántas veces escondiste
las amarguras del peón !-.

El niño sigue valiente;
lo va escoltando su voz,
diciendo del indio huraño
la polvorienta canción.

Camino a Tlaltizapán,
iba con paso veloz,
cuando con grito estridente,
i alto ! la escolta gritó.

Eran las fuerzas de Rojas.
Xavier Rojas lo llamó.
-¿En dónde está el viejo Burgos?-
Melosamente inquirió.

-Nada le haremos si dices-
Xavier Rojas prometió.
Alfonso tiene doce años.
No lo culpes si aceptó.

Acompañado de Alfonso,
Xavier Rojas lo encontró.
Allí murió Torres Burgos,
la tropa lo acribilló.

Así murieron sus hijos
y su asistente mejor.
Las balas cortaron, ciegas,
la vida del precursor.