Aquiles Serdán

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Autor: Marciano Silva.

Hijos de Puebla, de rodillas ofrecedles
un homenaje con el más crecido afán,
a los obreros y estudiantes que como héroes
llenos de gloria sucumbieron con Serdán.

Hagan recuerdos del 18 de Noviembre,
año por gracia de mil novecientos diez
cuando con sangre se escribió en páginas breves
una epopeya muy gloriosa en honra y prez.

Cuando Madero bajó a hacer su propaganda,
se adhirió en Puebla mucha gente a su favor,
los que sinceros exigían en su demanda
otro gobierno que no fuera el dictador.

Varios obreros y estudiantes se afiliaron
al candidato con el más crecido afán,
y como jefe del partido designaron
al invencible señor Aquiles Serdán.

Mucio Martínez cuando tuvo la noticia
hizo sobre ellos una cruel persecución,
porque el gobierno clerical y porfirista
había triunfado en su burlesca reelección.

El día 18 al nacer el nuevo día,
Miguel Cabrera con una órden imperial
llegó a la casa de Serdán y le exigía
que se le abriera, pues traís orden de entrar.

Carmen Serdán al oir las amenazas
abrió la puerta, más la entrada le negó,
y entonces él como un esbirro del Tetrarca
sin respetar el bello sexo la golpeó.

En ese instante salió Aquiles iracundo,
y al darse cuenta que a su hermana malatrataba
le pegó un tiro, y a Fregoso su segundo
preso en un cuarto ordenó que se dejara.

Pocos minutos después de aquella escena
llegaron tropas federales y gendarmes
para entrar en aquella casa tan famosa
donde se hallaba un conjunto de Titanes.

Quince patriotas mexicanos se aprestaban
para luchar contra dos mil ¡oh que heroismo!
los que en la lucha desigual no se fijaban
ni los llenaba de pavor su cruel destino.

En un balcón hacia la calle apareció
Carmen Serdán portando un rifle con firmeza,
la que ante un grupo de curiosos se expresó
de esta manera, con un acto de nobleza.

¡Vengan esclavos a pelear su libertad
que aquí en la casa tengo parque y carabinas,
sublime herencia que a sus hijos dejarán
de bienestar, no de baldón ni de ignominia!

Diciendo esto, y haciendo el primer disparo,
y abriose el fuego sobre aquel bello edificio,
tomando luego las alturas los sicarios
para poder bien dominarlos a toditos.

La primer víctima fue Máximo Serdán,
y así siguieron sucumbiendo uno por uno,
hasta que el fuego extinguióse, porque a par
de los patriotas no quedaban ya ninguno.

Al penetrar la soldadesca a aquella casa
solo encontraron los despojos inmortales
que sucumbieron en defensa de una causa
como esforzados y valientes liberales.

Luego pusieron una estrecha vigilancia,
y un gendarme cerca ya de la oración,
vió una figura y disparole sin tardanza,
sin ver quien era quiso hacer la ejecución.

Era Serdán, el bravo Aquiles, que salía
de su escondite buscando una salvación,
era un apostol que más tarde se uniría
a su partido contra su reelección.

Salud, obreros y esforzados estudiantes,
que en unión del bravo Aquiles sucumbieron,
como coplero permitidme que les cante
esta epopeya donde de gloria se cubrieron.

Duerman en paz en sus tumbas silenciosas,
caros ehrmanos, estudiantes y obreros
glorificados como Ignacio Zaragoza
y ensalzados por un hijo de Morelos.

Carmen Serdán que igual a Leona Vicario
te hiciste grande por tu arrojo sin igual,
a tí vendrán llenas de lauros y de hinojos
las mexicanas vuestro nombre a venerar.