DESPEDIDA A D. VICTORIANO HUERTA

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Autor: Marciano Silva.

Se fué don Victoriano
para la vieja Europa,
como mamá Carlota
buscando a Napoleón.

También don Aureliano
Blanquet, cosa chistosa,
decía en voz medrosa:
adiós, mi fiel Nación.

Dejaron a la Patria
vestida en negro luto,
en mísero sepulcro
llorando su orfandad.

Donde a la vez descansan
mil héroes ya difuntos
que el proyectil injusto
mandó a la eternidad.

Los valientes no corren,
señor don Victoriano,
Ud. y don Aureliano
violanron ese honor.

Nunca el valor se esconde
en pechos mexicanos,
solo huyen los tiranos
por miedo al vencedor.

Dijiste que en dos meses
vencerías a Zapata,
y la alta aristocracia
creyó en tal pretención.

Pues cueste lo que cueste
la paz se hará en mi patria,
y tú con tus petacas
marchaste a otra Nación.

Te fuiste ¡qué vergüenza!
sin valor ni arrogancia,
sin honra ni esperanza,
a un destierro fatal.

Y con la Marsellesa
te recibe la Francia,
cobarde Sancho Panza
de suelo occidental.

Allá en la vieja Europa,
asilo de mendigos,
se ocultan los bandidos
no sé porqué razón.

No hay ley que desconozca
tal vez como es debido
a hombres corrompidos
a quien dan protección.

Ahora esos caudillos
y jefes voluntarios
que fieles te ayudaron
en tu obra criminal.

Quedan comprometidos
y al fin abandonados,
pobres, decepcionados,
de ejemplo servirán.

La sangre inmaculada
que se vertió vilmente,
de héroes inocentes
sacados de su hogar.

Irán cual un fantasma
con voz triste y doliente
al Viejo Continente
su sueño a perturbar.

Adi+ós, don Victoriano,
funesto presidente,
que al fin impunemente
te fuiste muy en paz.

Que siempre los tiranos,
por influencia ó por suerte,
se burlan de la muerte
y del código penal.

Te fuiste a tierra extraña,
lejos del Reino Azteca,
llevando tu maleta,
con mucha precaución.

Tus planes de campaña
y esa grande estrategia,
con que vencida dejas
a la Revolución.

Saluda a Félix Díaz
y a Mondragón de paso,
y dales un abrazo
en prueba de amistad.

Por su obra tan impía
que lo llevó al fracaso,
funesto Cuartelazo
para la humanidad.

Los pueblos mexicanos
con alegría sincera,
saludan por doquiera
tu urgente ocultación.

Funesto maihuano,
aborto de la tierra,
Dios quizo que no vuelvas
a pisar mi Nación.

Nueve Años se Cumplieron

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Autor: Elías Domínguez

Nueve años se cumplieron de la Revolución
y la patria querida no hallaba ni que hacer;
toditos los tratados eran una adulación
y para el mexicano sufrir y padecer.

Voy a hablar del gobierno de don Porfirio Díaz
que fue de más conciencia en la persecución,
cuando a los maderistas con furia perseguía,
a los pueblos trataba con consideración.

Cuando a pueblos llegaban fuerzas del señor Díaz
llegando preguntaban pues, por la autoridad
nada más indagaban por la gran rebeldía,
que en los cerros andaban con el fin de peliar.

Mirando don Porfirio que no había de ganar
dispuso el armisticio, la guerra suspendió:
Madero con sus tropas entró a la capital
y ahí quedó el gobierno a su disposición.

Luego ese presidente de México se fue,
para la vieja Europa hizo su embarcación,
dejó a la pobre patria en un cruel padecer,
inundada de sangre, ¡Cielo qué compasión!

Después siguió la guerra con Francisco I. Madero,
en contra de otros jefes que no se querían rendir;
anduvo, bajó con tropas a Cuautla de Morelos,
a ver si en conferencia los hacía convenir.

Pero no sucumbieron Zapata y otros jefes
a las órdenes que traiba don Francisco I. Madero,
y siempre pronunciados se quedaron renuentes,
por todito el estado nombrado de Morelos.

Cuando el señor Naranjo se hizo del poder,
quedando en Cuernavaca de un gran gobernador,
mando a Juvencio Robles el cual se dio a temer
quemando a muchos pueblos con bastante rigor.

Cuando a pueblos llegaban las fuerzas naranjistas
pacíficos huían con el fin de escapar,
a todito el estado nombraban zapatista
y por esa razón lo querían arrasar.

Y se fue el año doce para el plan de Morelos,
no conocía justicia, ni paz ni libertad,
al cielo se quejaban las cuadrillas y pueblos
sólo los naranjistas traían autoridad.

Por fin se le llegó a Francisco I. Madero,
el cual ni pensaba en su trance de agonía,
mil novecientos trece en el mes de febrero,
con Huerta y Mondragón, Blanquel y Félix Díaz.

De luto se vistió la hermosa capital
porque fue muy temible aquella guerra cruel,
y cuando se tomó el palacio principal,
a Madero capturó el general Blanquel.

Entonces terminó el partido maderista
y de la presidencia Huerta se apoderó;
también incendió a pueblos el gobierno huertista,
la historia lo titula por tirano y traidor.

Muchos ruegan por él, si ya se halla en descanso,
según los forzamientos de cómo nos trató.
Allá Luzbel lo tenga, siquiera en fuego manso,
por los crueles incendios y levas que inventó.

Son páginas de sangre, de luto y de tristeza,
que se verá en la historia con mucha admiración;
hablando de tiranos como fue el señor Huerta,
ese Juvencio Robles, Villegas y Cartón.

Los pueblos lo que quieren son buenas garantías,
que se juzgue arreglado el Código legal,
fungiendo bien sus leyes mucho agradecería
respetando el derecho así se hará la paz.

¡Ay si resucitara el señor Benito Juárez
y viera nuestra patria en tan cruel situación!
Sólo él la libraría de toditos los males
y rigieran las leyes de la Constitución.

En fin, patria querida ¿cuándo terminarán
las guerras fraticidas que sufre tu nación?
Ya los pueblos honrados desean tranquilidad,
porque ya están cansados de la Revolución.